martes, 19 de diciembre de 2017

GUILLERMO ALMEYRA Y EL DESEO QUE SE QUIERE REALIDAD


¡Que no alumbre vuestra luz mis negros y profundos deseos!
¡Que los ojos se cierren ante la mano! ¡Pero cúmplase, mientras,
lo que los ojos se espantarán de ver cuando llegue el momento de realizarse!
                                                                                                Shakespeare




Armando Martínez Verdugo

Guillermo Almeyra no es de los que esté en el mundo cargando con la responsabilidad de la construcción concreta de las condiciones materiales (políticas, organizativas, ideológicas, culturales) que al irse forjando van superando al sistema que se cuestiona y van creando los medios que habrán de subvertir el orden establecido y derrocar a la clase que lo detenta. Es un periodista excelente, pero libre de aquella inmensa responsabilidad. Hay en nuestro país muchos como él. Sus escritos son dignos de leerse y estudiarse porque informan y porque rompen con las seguridades y problematizan el pensamiento. Mas, carecen de aquello que te obliga a medir bien lo que dices ya que las consecuencias no se quedarán en el plano puramente ideológico, pues tú debes responder ante una organización, ante un espacio revolucionario con el que estás comprometido, ante un pueblo.
El tema del anti-capitalismo y de lo anti-sistema es su tema favorito. Y está bien, un periodista revolucionario debe siempre llamar a no olvidar este objetivo fundamental. Pero usar la palabra anti-capitalismo a diestra y siniestra no siempre implica medidas anti-capitalistas reales y efectivas. Y, sobre todo, no siempre resuelve el sustancial problema de las mediaciones que deben emprenderse para que las palabras materialicen en hechos y no se queden en el nivel de la reflexión. Pensadores y periodistas como Guillermo Almeyra suelen también presentarse como los más fieles a los grandes principios revolucionarios.
Hace mucho que me he formado estas opiniones sobre Almeyra. Su artículo “Morena, Marichuy y México”, las ha refrendado.
Se refiere a los programas de AMLO y de la compañera Marichuy. Toma como programa exclusivamente lo escrito y no parece considerar que en ambos, más allá de los textos están las resistencias que, en sí, son tanto o más programa que las elaboraciones electorales. Éstas, las formulaciones electorales están hechas también para permitir a sus sustentantes ganar votos, atraer aliados, crear condiciones que eliminen estorbos políticos, diplomáticos, etc. Pero, sobre todo, están hechas para calar en el alma del pueblo; combinan lo necesario y posible con lo que hay que construir. Toman en cuenta no sólo el blanco contra el cual se despliega la acción, sino lo que hay que atacar de ese blanco para que el proceso se despliegue. Toman en cuenta el eslabón más débil de la cadena de dominio que hay que golpear; y lo que en las mentalidades y los sentimientos del pueblo cuentan más y operan como dispositivos pulsionales de mayor efecto. Consideran la correlación de fuerzas sobre la que se opera. Es como si nos hubiéramos puesto a cuestionar, en su momento, al Movimiento 26 de Julio y a su líder Fidel Castro porque no se declaraban comunistas ni siquiera socialistas. Recordemos que, incluso, Fidel casi gritó en Cuba y en Estados Unidos que se despreocuparan, que ni él era comunista ni la revolución cubana lo era. Pero, ¿puede alguien negar que ese movimiento revolucionario cubano contenía la potencia que más pronto que tarde permitió abrir compuertas para una profundización del proceso de cambios? Y desde la Sierra lo que se demandaba, básicamente, estaba dentro de lo que hoy suele denominarse democratización del Régimen. Los imponderables, de los que un día habló El Che, fueron imponiendo la fuerza popular que no sólo exigía medidas más radicales, sino más orientadas al corazón del sistema.
Yo he dicho y escrito, que sinceramente respeto las decisiones del EZLN y del CNI. Sí creo que ambos, y sobre todo el Sub, están obligados a explicar al pueblo qué cambios han observado en la situación política, incluyendo lo jurídico e institucional, que, después de haber declarado casi como un principio no luchar por arriba y condenar a todo aquel que siquiera se permitiera reflexionar sobre la pertinencia de participar en las elecciones[1], de pronto han decidido luchar también “por arriba” y, quien sabe por qué artes, ahora sí eso no es condenable. Cuando, en realidad, las condiciones jurídicas, institucionales y políticas están más judicializadas y hechas para el fraude.
No cabe ninguna duda que el “programa” electoral que es enarbolado por Morena, con AMLO de nuevo como candidato, no sólo no es anti-capitalista sino ni siquiera es democrático-popular. Yo he dicho y escrito que AMLO, su equipo más cercano (la burbuja, se le llamó en un tiempo), es liberal-reformador pequeño-burgués, que se propone medidas anti-corrupción de la burguesía dominante, medidas que hagan funcionar al mecanismo estatal sin las prácticas típicamente priistas (el patrimonialismo, la criminalización de toda oposición, el saqueo de la riqueza nacional por el capital extranjero, y otras de igual sentido). Esto es lo que ha calado en la mente y en los sentimientos de los millones de ciudadanos (trabajadores, sectores medios, intelectuales, mujeres, jóvenes, grupos que sufren discriminación de todo tipo, empresarios golpeados por el capital transnacional neoliberal,  e indígenas –que en Puebla, en Tlaxcala, en Veracruz, en Oaxaca, en Nayarit, en Sinaloa, en Chiapas, han votado por AMLO y seguro lo harán de nuevo en el 18--); esto es lo que ese pueblo en resistencia contra los agravios de la conducción político-estatal burguesa hegemónica, ve, siente, recoge. Este pueblo en resistencia no lee el “Proyecto” de AMLO. Lee lo que éste ha venido trasluciendo y declarando a lo largo de años. Pero, sobre todo, ese pueblo ve, se mentaliza, en el convencimiento de que hay que sacar de la Presidencia a esos malditos. Se ve a sí mismo. Ese pueblo no profesa culto a la personalidad hacia AMLO; lo respeta, lo estima; lo ha asumido (con escasa autodeterminación, es verdad) como un símbolo de esperanza, de confianza por la honradez, por la entrega que acompaña a la personalidad de López Obrador. Eso se decía de Cuauhtémoc Cárdenas (que había culto) y bastó un poquito para que ese pueblo abandonara al hijo de Don Lázaro y hasta lo repudiara. El sentimiento, que es voluntad histórica de cambio, que viene forjándose en ese pueblo, constituye el verdadero programa de este movimiento. Y ese sentimiento es la potencia fundamental que, dormida, no activada suficientemente, da a este proceso el contenido de ser un proceso que se dinamiza no para dar a conocer un proyecto, no para hacer crecer a una organización, ni siquiera para hacer denuncias, sino para buscar la derrota del adversario, la deposición de los personeros que le han llevado a la situación actual. Este estado de ánimo, esta psicología popular, esta determinación y esta voluntad es el verdadero programa. Y es, en sí, la fuerza en ciernes, la irrupción rupturista en embrión, la que guarda la posibilidad y la viabilidad de abrir un boquete por donde pueda irrumpir la fuerza revolucionaria anti-capitalista. Aquí está uno de los caldos de cultivo más hirvientes para los llamados, para las proyecciones, para la labor anti-capitalista. Ese es uno de los campos propicios para que las palabras anti-sistema tomen terrenalidad. Sacar de la Presidencia y del gobierno de la República a la burguesía priista, con un pueblo como el que viene resistiendo en este espacio de la conflictividad social y de clases, constituirá una ruptura de importancia histórica[2]. Esta burguesía es un hueso duro de roer. Para que el pueblo pueda levantarse con la decisión y la voluntad de deponerla, se requieren lenguajes y símbolos que realmente le lleguen al corazón.  
El movimiento en el que la compañera María de Jesús Patricio Marichuy aparece como “vocera” (con el deseo de reunir las suficientes firmas para ser candidata)  merece el mismo respeto que el que se agrupa en Morena y, más que todo, el que sin estar en Morena, se simboliza hoy por la figura de AMLO. ¿Tiene un programa anti-capitalista este movimiento de Marichuy? Vean lo que escribe Guillermo Almeyra:
“Frente a esta candidatura de Morena destinada (sic! El “destino”!) a reforzar las instituciones capitalistas y a encauzar hacia vías institucionales la rabia popular se alza la candidatura de una mujer indígena –Marichuy Patricio—que se declara (sic!) anticapitalista, incorpora a la izquierda revolucionaria y de clase y depende del apoyo de los trabajadores incluso para vencer el obstáculo de su registro”. Y luego remata: “El anticapitalismo de su programa, es cierto, todavía no se concreta en medidas que se podrán adoptar inmediatamente o en llamados a crear todo tipo de organizaciones de base, desde las cooperativas de consumo o de producción hasta las policías comunitarias y las autodefensas frente al crimen y a la ofensiva reaccionaria del Estado”. Así que el programa “todavía no se concreta”. ¿Qué es entonces? Una viabilidad, una energía que puede desplegarse para materializarse. Esta posibilidad, ¿descansa en las palabras o en los escritos de Marichuy? Descansa realmente, en el pueblo resistente que da existencia al movimiento. Por otra parte, ¿el anticapitalismo descansa y va a fundarse en “todo tipo de organizaciones de base” (que también existen y se siguen formando en el movimiento pro-AMLO); en “cooperativas de consumo o de producción” y en “las policías comunitarias”. Por favor, camarada Almeyra, ¿dónde quedaron sus exigencias principistas en torno a las relaciones mercantiles, dinerarias, a la autodeterminación del pueblo sobre el uso de su fuerza de trabajo, sobre el destino de los valores que produce, sobre el cambio radical del Estado que debe comenzar a extinguirse, y todo lo que se exige de un pensamiento científico anticapitalista?
No hemos querido aquí referirnos al carácter limitado, sectorial, de la perspectiva del movimiento que tiene como su candidata a Marichuy; no he querido referirme a que este movimiento no se dinamiza con la decisión expresa de hacer todo lo posible, de trabajar duro desde este proceso, para infringir una derrota a la burguesía hegemónica; deponer ya a estos malditos gobernantes históricos, que ya deben ser lanzados al basurero de la historia. Y no hemos querido hacerlo porque queremos poner por delante lo positivo que también hay en este Movimiento pro-Marichuy. No tenemos porqué condenar a uno para hacer prevalecer al otro. No tenemos porqué ensalzar a uno para que se beneficie el otro. Los dos son pueblo en resistencia y merecen respeto y consideración. ¡No hablamos de sus liderazgos; no hablamos de sus instrumentos de acción! ¡Hablamos de pueblo en resistencia! Ah, mas, el que ambos merezcan respeto no significa que el apoyo a uno u otro sea indiferente. Apoyar a uno significa situarse en una específica contribución histórica; colocarse en lo más cercano y avanzado para contribuir a enfrentar y resolver el objetivo de este momento histórico: sacar a la burguesía hegemónica de la conducción político-estatal de México.
Almeyra ve que las flores que lanza hacia Marichuy (¡Qué no las necesita!) le crean incómoda situación. Por eso lanza también una profesión de fe como la siguiente: “Pero la dinámica misma de la candidatura y la lógica de los hechos permiten esperar un progreso en la extensión del programa”. Amén, dirían algunos. ¡La dinámica, la lógica! Almeyra, como las brujas de Macbeth, con verdades dice mentiras. (27/11/2017).
                                                                                        
 
                                                                                 




[1] Como lo hizo Rumbo Proletario en el 2006, por lo cual RP fue condenado públicamente por el Sub, en
 Michoacán.
[2] La revolución rusa de febrero de 1917 llevó a la burguesía a la conducción político-estatal de Rusia, bajo un programa democrático, que sirvió para abrir una enorme compuerta para el Octubre rojo. No fue dirigida por los bolcheviques. No quiero decir que el pueblo mexicano que en este momento resiste y busca sacar a los gobernantes históricos del gobierno cuente con las cualidades del pueblo ruso de ese momento. Sólo lo pongo como ejemplo, de que lo importante es que el pueblo genere una gran ruptura, una ruptura concreta.

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