martes, 8 de marzo de 2011

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COLECTIVO DE REFLEXIÓN EN LA ACCIÓN


LOS CONTENIDOS DE NUESTRA LUCHA

Armando Martínez Verdugo

1.- El Colectivo de Reflexión en la Acción es un conjunto de mexicanas y mexicanos que se proponen participar activa y conscientemente en la lucha por la transformación revolucionaria de nuestro país y del mundo. Somos un colectivo, de frente a las actuales tendencias del capitalismo que impulsa el individualismo egoísta y la mercantilización de toda acción por la sobrevivencia; un colectivo que construye cohesión no estatutaria ni fundada en principios abstractos, sino en una relación dialógica, incluyente, autodeterminada de todos sus integrantes, bajo la convicción de que los problemas de la revolución son múltiples, múltiples los métodos y las vías de su solución y múltiples los actores que hacen posible las transformaciones. Somos un colectivo que abriga concepciones y tácticas diferenciadas en torno a la lucha, pues erige a la práctica social-política en criterio de la verdad, y convierte en fundamento de su vida a la permanente investigación militante y a la confrontación fraterna de las caracterizaciones y propuestas.

La coherencia con la que pretendemos actuar no se basa en ninguna obediencia disciplinar. Se finca, por el contrario, en que todos y cada uno de nuestros planteamientos y acciones son construcción y patrimonio de todos; es en el seno del Colectivo, y por su influjo totalizador, que cada uno de nosotros como militantes individuales forjamos y realizamos nuestra calidad de revolucionarios, y a la inversa: la vida general del colectivo es un crisol concreto, variable y complejo, de lo que cada uno de sus integrantes construye y procesa.

Somos un Colectivo que realiza organicidad no una organización determinada, cerrada, compartimentada y jerarquizada. Nuestra vida colectiva es un recurrente conversatorio en el que nos platicamos los problemas que enfrentamos en nuestra cotidiana lucha, y reflexionamos en conjunto, con la mayor profundidad posible, tratando siempre de construir claves fundamentales –no resolutivos que obligan a su aplicación uniforme y homogénea— que sirven de guía para que cada quien construya los comportamientos determinados en su territorio y en sus problemas específicos.

El Colectivo es un campo en el que sus integrantes encuentran foro a las dudas, a los dilemas que le surgen en la propia lucha, y sobre las cuales todos emiten consideraciones y juicios que no se pretenden vinculantes sino sólo en la medida en que son claves o indicios de orientación fundamental para que se enfrenten los problemas socio-políticos de la propia vivencia socio-productiva y de resistencia. Un lugar donde sus militantes construyen infraestructura que es de todos, que sirve a todos, que se usa por todos en la lucha de cada quien, no para respaldar ni promover a alguien en particular, no para apuntalar alguna instancia u organización en particular; es un espacio que dota de un sentido de pertenencia, una identidad como humanos, mujeres y hombres, jóvenes y viejos, que asumen la responsabilidad de hallar solución a los problemas fundamentales de su vida concreta, que no delegan en nadie esa responsabilidad, que no se hunden en la apatía y la desesperanza, que no se limitan a criticar sino que proponen alternativas y se hacen cargo, comprometida y solidariamente, de poner en acto lo que proponen, que definen y le apuestan a un proyecto, que se comprometen con un proyecto, que son, que tienen existencia, que han encontrado significado a su vida en los empeños por construir y ejercer dirección revolucionaria.

Asumimos como una tarea central la sistemática investigación de la realidad nacional y mundial, la reflexión colectiva sobre los problemas fundamentales de la lucha actual. Esta reflexión está determinada por los problemas de la resistencia popular, del movimiento social-político revolucionario; no está comandada por el movimiento de las ideas. Es una reflexión que emerge de la acción y que pretende hacerse sangre en ella; queremos aprehender la realidad, explicar la realidad, interpretarla a fin de transformarla. Pero rehusamos categóricamente el pragmatismo que actualmente ha conquistado la mente y el corazón de la izquierda –sobre todo la electoral--, que ha abjurado de la permanente y adecuada reflexión teórica; con Lenin, seguimos diciendo que sin teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria.

2.- Nuestra razón de ser es contribuir a la dirección revolucionaria de la resistencia del pueblo mexicano. Para ello nos proponemos coadyuvar a la capacitación y formación de dirigentes revolucionarios en aquella resistencia, facilitar el desarrollo del movimiento popular con un sentido revolucionario, contribuir a la elaboración de discursos que potencien revolucionariamente a los propios discursos de la gente en resistencia, coadyuvar a la construcción de las infraestructuras pertinentes que favorezcan la lucha liberadora.

Para conseguirlo, cada uno de los integrantes del Colectivo, o por pequeños núcleos, se dedica a impulsar movimiento social político, a favorecer la formación y despliegue de resistencia popular en distinta escala –desde el espacio puntual de la vivencia socio-productiva hasta la dimensión nacional--; se consagra a coadyuvar a que esta resistencia se desarrolle con un sentido revolucionario, con una trascendencia emancipadora.

Para ello, el Colectivo se propone remitir toda lucha popular, por cualquier necesidad social, a las cuestiones de la explotación y del poder.

Reivindicamos la necesidad y la viabilidad de la revolución en México. Asumimos que ningún problema social –la pobreza, la injusticia, la violencia, las adicciones, el desempleo, la desigualdad de géneros, el problema indígena, el ecológico, etc.--  encontrará solución radical si no se le remite al problema del poder, al problema de la explotación y de la opresión. Pero sostenemos que este facturar los problemas sociales a la cuestión del poder y la explotación no significa que los veamos externos al poder, a la explotación capitalista. El poder es y está en todos y cada uno de esos problemas, no en un supuesto centro determinante –que por lo general se remite al Estado y sus aparatos--. De tal manera que la lucha contra el poder se lleva a cabo en y  a través de la cotidiana y puntual resistencia popular, desplegada por las personas, los grupos humanos, las distintas fuerzas sociales, en su vida cotidiana, en sus lugares de resistencia, en las acciones minoritarias, casi siempre grises y poco evidentes, frente a cada uno y todos los problemas sociales. La lucha contra el poder se da en lo electoral e institucional estatal pero, con mucho, no se limita a esta dimensión y a este espacio. Con la pura lucha electoral –aunque ésta se dé contra el poder, es decir con un contenido revolucionario y no electorero como actualmente predomina— no se consigue la integralidad de la lucha revolucionaria. Pero ésta tampoco se logra sin lucha electoral.

La lucha contra el poder tiene varios asideros y se despliega en una variedad de espacios y dimensiones, de las cuales la electoral, partidista, parlamentaria, de gobierno y de justicia, es sólo una de ellas, que no es la fundamental, la central ni la determinante, pero sí la más dominada por el capital, la más impregnadora de sentido y voluntad de poder, la que más fácilmente envuelve al revolucionario en las propias redes del poder, la que más fácilmente corrompe y enajena. Pero no habrá lucha totalizadora contra el poder sin lucha electoral revolucionaria. La izquierda mexicana hoy en lo fundamental ya no lucha revolucionariamente en lo electoral, ni siquiera combate con un sentido reformador democrático consecuente.

El Colectivo se propone contribuir a que en México se reoriente la lucha electoral revolucionaria.

Asumimos que otra dimensión, otro espacio y otro fundamento de asideros para la lucha revolucionaria, contra el poder, es el espacio social, reivindicativo sectorial, en el cual se dirimen las cuestiones de la calidad de vida, de los satisfactores radicales de la existencia de la vida humana, biológica, física, histórica, material, culturalmente hablando; es el universo de los problemas de la alimentación, de la vivienda, de la salud, del descanso, de la ropa, de la educación, de la comunicación, de la religiosidad popular, de la familia, de la amistad, de la vida sexual, amorosa, sentimental, espiritual, cultural, etcétera. Este es un terreno –que está en totalidad con lo electoral, más no en absoluta identidad con él— particular, específico, que, para que en él se despliegue lucha revolucionaria, contra el poder, requiere y reclama contenidos, estilos, técnicas, trato, comportamiento, avezamientos, habilidades, infraestructuras, muy definidos y específicos; no se trata de extrapolar la lucha electoral a este espacio, menos aún subsumirlo. Mientras la izquierda mexicana siga sin comprender las especificidades de cada uno de estos espacios-dimensiones, no podrá construir una acción estratégica de conjunto. No se trata de que los partidos simplemente se pongan a hacer “trabajo de masas”, como tampoco de que las organizaciones sociales de masas llanamente se incorporen a las elecciones. El problema es de mayor envergadura.

El colectivo se dispone a dar su granito de arena para que en nuestro país se reoriente la lucha social, reivindicativo sectorial, con un contenido revolucionario.

Es nuestra convicción de que una tercera dimensión de la lucha revolucionaria existe, debe construirse y atenderse consecuentemente: el espacio de la lucha perenne contra el poder y la autodeterminación social, el espacio de garantía permanente, imperecedera y continua de sustentabilidad revolucionaria. La lucha contra el poder en general es altamente contaminante, contagiosa, de voluntad de poder, de espíritu y disposición al privilegio, de prerrogativa, ventaja, regalía, bula y fuero. Con mayor razón lo es en México con una población tan dominada de la cultura priista y una izquierda –también cogida por esa cultura— tan tosca  y profana, tan pedestre e inepta. Por ello, aquí alguien debe construir sustentabilidad revolucionaria para que cualquiera sea el muro que se levante o que caiga, cualquiera la enajenación de la obra revolucionaria de las masas, se preserve y perdure la crítica revolucionaria y la acción revolucionaria consecuente.

En el fragor de la lucha contra el poder –en el campo electoral como en el social de masas por la calidad de vida--, el Colectivo de Reflexión en la Acción se propone contribuir a la construcción de un espacio desde donde se alimente siempre la consecuencia revolucionaria, el seguimiento investigativo militante de la realidad social desde una concepción compleja, holística, transdisciplinar y autodeterminada, la sistemática elaboración de teoría revolucionaria contra el poder y por la autodeterminación, y la permanente resistencia y contravención a cualquier forma de poder, sea cual sea su signo y su sustento.

3.- Renunciamos a la teoría y a la práctica tradicional que la izquierda sostuvo y sostiene sobre la revolución social. Sostenemos e impulsamos otras construcciones teóricas y otras prácticas revolucionarias.

Renunciamos a la teoría –y a la práctica que con ella se conjunta--  de la existencia de una clase que por su situación material objetiva estaría llamada a ser la vanguardia y la fuerza más consecuentemente revolucionaria.

Es nuestra la certidumbre de que el sujeto revolucionario es el que concretamente está resistiendo y enfrentando al poder y a las formas puntuales de explotación, no al que le es inherente de una vez y para siempre una función revolucionaria y un papel de vanguardia a partir de su situación “objetiva” dentro de la sociedad; reivindicamos la complejidad de la realidad, su carácter pluridimensional, sistémico, holístico y absolutamente cambiante, y, en consecuencia, la multiplicidad de problemas sociales, la multiplicidad de sujetos revolucionarios y la diversidad de caminos y procedimientos para enfrentar y resolver dichos problemas.

Rehusamos la simplificación en la lucha revolucionaria y nos declaramos partidarios de los pensamientos complejos, dialógicos, no cerrados, en permanente crítica consigo mismo, abiertos a la diversidad, tolerancia y convivencia de proposiciones y experiencias. No somos eclécticos pues no propugnamos el embrollo ni la mezcolanza de ideas y de prácticas. Con Epicuro, reivindicamos el “método de las múltiples explicaciones, acometidas y abordajes” –a lo que alguna vez llamamos las “tácticas diferenciadas”—teniendo un eje articulador: nuestra línea de autodeterminación social.

Renunciamos a estar afiliados única y exclusivamente al llamado marxismo-leninismo. Reconocemos la necesidad de estudiar a fondo, con espíritu crítico y constructivo, a la concepción materialista de la historia que consideramos el paradigma construido por Carlos Marx, así como sus distintas teorías, las que distinguimos de su concepción paradigmática.

Pero no nos limitamos a esta concepción ni creemos que sus teorías dan la solución a nuestros problemas mexicanos y universales. Estas soluciones las hemos de encontrar nosotros, aquí y ahora; con ayuda de las experiencias y construcciones teóricas mundiales sí, pero las soluciones serán de nuestro pueblo o no serán soluciones.

4.- Sostenemos que el carácter revolucionario de una resistencia popular es, sobre todo, una cuestión de calidad, no sólo ni fundamentalmente de cantidad. No es el carácter geográfico lo decisivo, es decir, que la lucha sea nacional, que englobe al conjunto del país o sea regional o puntual; no es el número de los sujetos en resistencia, el que sean miles o decenas. Una resistencia es revolucionaria porque su actores están construyendo su autodeterminación social, están confrontados al poder, y porque a su batallar social-político le imprimen un contenido programático: la lucha por una calidad de vida auténticamente humana, buscando que esté en los niveles más altos que ha logrado el actual desarrollo civilizatorio. Luchar por una vida –una comida, una vivienda, una salud, una recreación y descanso, una vestimenta, una educación, una comunicación, una posibilidad de viajar, una sexualidad, una existencia en familia, un transporte, un deporte, etcétera—que dignifique y que sea digna, que cultive y despliegue relaciones auténticamente humanas, que sea sustentable –no sólo para la presente generación sino para las venideras—y que por sus satisfactores esté cuando menos al mismo nivel de calidad y accesibilidad que el alcanzado en todo el mundo y  que es el que hoy gozan exclusivamente los países altamente desarrollados y particularmente los europeos, constituye uno de los sustentos más fundamentales del contenido revolucionario de una resistencia popular mexicana en la actualidad.

Imprimir el sentido y el contenido de lucha con autodeterminación y por autodeterminación social, e imprimir el sentido y el contenido de lucha por una vida que dignifique y sustente una calidad auténticamente humana, es la tarea de doble rostro por construir un movimiento social y político revolucionario. La interrelación y religación entre las miles de resistencias debe ser y tener un doble rostro: ser organizativa, física, material –la gente en resistencia debe formar coordinaciones concretas, redes de lucha solidaria y de simultaneidad en la lucha—y ser de contenido programático. Ni siquiera son dos caras, sino la misma tejedura de la obra popular revolucionaria.

El Colectivo de Reflexión en la Acción considera que el trabajo revolucionario entre las masas se da con la permanente promoción-coadyuvación de su resistencia concreta con aquel doble derrotero; se da con la sistemática promoción-coadyuvación para que se formulen, por los sectores activos, proyectos específicos de producción de calidad de vida auténticamente humana y de autodeterminación social. Los proyectos de vida para nosotros, muy poco tienen que ver con los protocolos que muchos sectores de la izquierda, el centro y la derecha han venido elaborando para conseguir dinero y recursos de verdadera subsistencia. Hay una izquierda que se ha especializado en tales protocolos, en los cuales lo fundamental resulta el apego a una determinada estructura formal que ponen los donantes del recurso, la buena gestión de los promotores y el pertinente uso de la movilización de la gente como recurso de presión para conseguir la interlocución –ser reconocidos como “interlocutores”, dicen— y los dineros. Con estos protocolos y tales prácticas, individuos y organizaciones sociales vivales se han enriquecido. Algunas organizaciones, por cierto –fieles a su línea de la “doble cara”— no le ponen feos ni a la CIA con tal de conseguir recursos.

Los proyectos de los que habla el Colectivo tienen sobre todo un sustento: que sean la promoción de una propuesta y una política de modo de vida propio, de un derecho humano propio, con lo que se afirma y reafirma el propio protagonismo de las masas, su capacidad decisoria y ejecutoria, la propia conducción de todos los sustentos y atributos de su vida; la recuperación del dominio y mando sobre su propia capacidad de decisión y ejecución vital, sobre sus propios intereses, conveniencias y dignidad, sobre las condiciones y recursos que permitan respeto e inclusión de la propuesta propia. Los proyectos de los que hablamos son sustentados por y sustentan autodeterminación social.

Esto es lo fundamental; las habilidades en las formulaciones y las gestorías, no lo son, antes bien pueden ser el lado enajenador del asunto.

5.- El despliegue de un trabajo revolucionario exige lineamientos políticos claros. El Colectivo propugna tácticas concretas de coyuntura, lineamientos políticos de periodo y estrategia de más largo aliento. En esto, nos declaramos continuadores críticos de las tradiciones de la izquierda revolucionaria.

Declaramos que, políticamente, el enemigo está al frente, en las figuras y realidades concretas del capital, del poder y explotación de la burguesía. Pero hoy en México esto no basta. Sostenemos que el adversario es aquel, más, para derrotarlo, el pueblo mexicano tiene en sí a su propio enemigo. Parecería que el principal enemigo del pueblo mexicano es el pueblo mexicano, por el enraizamiento e internacionalización del enemigo burgués tan fuerte y determinante en el propio pueblo. Nos referimos a que el modo particular de dirigir la producción de vida es en el pueblo mexicano altamente enajenado. La cultura de dominio fundamental de la burguesía mexicana en la actualidad es el priismo. Hablar de éste no es hablar de un partido; es referirse a una cultura sobre todo, es decir, a un modo específico y particular de hacer las cosas. Pues bien, no obstante la derrota electoral del PRI y su gran debilitamiento como formación político-organizativa, el priismo es, sigue siendo, la cultura política del pueblo mexicano; el priismo es sangre y sudor del pueblo mexicano, es su parte vital, su cerebro y su espina dorsal. El priismo –por su prolongado dominio como continuación del porfiriato sobre todo— se ha convertido en hábito del pensamiento mexicano, en hábito de la manera como se le buscan soluciones a los problemas sociales, de los modos como se dirige y gobierna toda la vida social.

El problema en México es que en cada mexicano hay un priista –no un militante del PRI, organizativamente hablando— por su cultura.

El Coletivo ubica este problema: ¿contra qué hay que luchar revolucionariamente? –no contra quién, que es la burguesía--  y sugiere una respuesta: contra sí mismo, contra la culturalidad priísta que se lleva adentro. En muchos sentidos a los mexicanos se nos puede cantar esa canción que dice: “!mi rival es mi propio corazón por traicionero!”.

La lucha revolucionaria en nuestro país hoy, en consecuencia, es e implica, sobre todo, una revolución cultural. Lo que hoy ocurre en el Partido de la Revolución Democrática y lo que sucede en toda la izquierda mexicana es una expresión de que, aun en la oposición que quiere ser radical, hay una cultura priísta de concebir y de hacer política. Pero esto es un problema nacional, es una cuestión de sentido común, de hábito social y de idiosincrasia, de modo de hacer política, de modo de vivir y enfrentar los problemas vitales.

La larga marcha revolucionaria es, aquí y ahora, una gigantesca batalla cultural, que habrá de darse, ya se da, en cada pelea pequeña, minoritaria y aparentemente marginal; que habrá de darse, ya se da, en cada resistencia y en cada esfuerzo por enfrentar una necesidad social.

Hacer conciencia de este carácter cultural de la revolución en México conlleva otro gran problema: ¿con qué combatir revolucionariamente en el México de hoy? El Colectivo considera que sobre todo hay que trabajar revolucionariamente con nuevos lenguajes y con nuevas prácticas organizacionales.

El pueblo no nos entiende cuando realizamos nuestra acción revolucionaria, cuando nos comunicamos; les hablamos en chino, en ruso o en inglés, cuando los lenguajes de su resistencia son otros. Pero el revolucionario no tiene que inventar un lenguaje, sacarlo de su cabeza. Debe lengualizar los propios lenguajes de la resistencia popular; debe hablar el mismo lenguaje de esta resistencia potenciándole a significaciones revolucionarias, de lucha contra la explotación, contra el poder y por la autodeterminación social y una calidad de vida auténticamente humana, poniendo el acento en esto último: la calidad de la vida como un derecho humano.

Igual ocurre con las formas organizativas. Como la izquierda mexicana se ha propuesto luchar contra el poder de Estado con la alternativa de construir o de ganar y conquistar su propio poder de Estado, no ha tenido por menos que crear organizaciones a imagen y semejanza del Estado: piramidales, jerarquizadas, cerradas, verticales, autoritarias, con vida disciplinar de orden y mando, altamente ideologizadas, caudillistas, patrimonialistas, clientelares, con la corrupción a flor de labio, utilitaristas, corporativistas, etcétera, es decir, priistas. Eso es el PRD y eso son los otros partidos y grupos de izquierda.

Poner un signo contrario, procurando rescatar lo rescatable, es la tarea organizacional de una izquierda refundada y moderna. Tales son los propósitos del Colectivo de Reflexión en la Acción.

Abril de 2002.

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