viernes, 27 de mayo de 2011

Movimiento Comunista Mexicano



VALORES Y PRINCIPIOS QUE GUIAN LA CONDUCTA DE LA DIRECCION Y
DE LOS MILITANTES DEL MCM
(Proyecto)

Florentino Jaimes Hernández
Y
 Armando Martínez Verdugo


EDICIONES DEL MOVIMIENTO COMUNISTA MEXICANO


México, D.F. 2011



VALORES Y PRINCIPIOS QUE GUIAN LA CONDUCTA DE LA DIRECCION Y
DE LOS MILITANTES DEL MCM
(Proyecto)


El surgimiento y desarrollo del Movimiento Comunista Mexicano reinicia una nueva fase en la historia de la lucha del proletariado y del pueblo mexicano, la fase de la constitución de una dirección revolucionaria con sentido comunista de las resistencias y luchas contra la explotación y opresión del hombre por el hombre en nuestro país y en el mundo.
Este nuevo proceso constituyente es histórico.
Es una reafirmación de que en este país hay seres humanos, fuerzas y una clase social que de forma real y potencial sostienen su indeclinable determinación de no permitir que las banderas del comunismo sean arriadas. Es ratificación y confirmación de que en México, en la figura de nosotros y de las organizaciones hermanas,  subsiste y se despliega esa voluntad revolucionaria que siempre ha sido una suprema condición de la liberación plena.
Es una ruptura, que queremos sea radical; pero es también una continuidad.
Ruptura, con todo lo que lastró el pensamiento y la acción de esfuerzos que se reclamaron comunistas y nos precedieron.
Continuidad, de todo lo que implica claves que pueden ayudar a que nosotros, los comunistas y revolucionarios mexicanos, con nuestra propia cabeza y nuestros esfuerzos propios, ubiquemos y resolvamos los problemas fundamentales de nuestra revolución aquí y ahora.
El Movimiento Comunista Mexicano quiere ser heredero de esa rica y compleja historia de combates liberadores de nuestro pueblo, que más que ser simples cifras son cimientos del programa de lo que anhelan, desean y reclaman los trabajadores. El MCM se dispone a compartir esta herencia con todos los revolucionarios que hoy, como nosotros, pugnan por iguales objetivos, pues entendemos que nadie en particular es depositario de un patrimonio revolucionario. ¡O lo somos todos o no lo es nadie!
Continuidad, en ese empeño para hacer que las conquistas del proletariado y del pueblo mexicano resurjan en la memoria colectiva de combate como victorias irreversibles  de no retorno, haciendo que hasta las derrotas del pasado se desempeñen como experiencia y madurez de gran calado.
Hemos nacido proclamando que al luchar por relaciones humanas radicalmente antagónicas a las capitalistas, sabemos bien que el futuro se construye en el presente, pues las determinaciones y las prácticas actuales tienen y traen consigo consecuencias, las cuales son el futuro ya ahora construyéndose. Lo deseable como lo posible no tiene sólo un carácter objetivo; ambos son obra de nuestra iniciativa, son resultado de nuestras acciones diarias y presentes. Seguimos peleando para que también en México reine siempre la utopía, pero la utopía forjadora de un futuro comunista.
Con nuestras acciones presentes, también nosotros, como el poeta, queremos hacer nacer porvenires.
Nuestra práctica, nuestra vida toda, del colectivo MCM y de cada uno de sus militantes, es una práctica y una vida de libertad, de combativa autodeterminación. El qué queremos está indisolublemente unido al cómo lo queremos y lo construimos. El paso hacia la autodeterminación debe ser un paso auto-determinado.
El Movimiento Comunista Mexicano se dispone a cultivar y a ejercer siempre y por doquier cualidades y disposiciones de un revolucionario comunista, sembrando y practicando rasgos de lo que proclamamos, junto con Carlos Marx y todos los combatientes contra la deshumanización y la alienación del hombre por el hombre. Fundamos nuestra lucha en un comportamiento moral a toda prueba, en una capacidad para conocer los aspectos más complicados de la lucha social y trazar líneas de combate. La basamos en nuestra rectitud y celo en el cumplimiento de los compromisos que adquirimos con el pueblo y con los otros revolucionarios. Somos inflexibles en lo que atañe a los intereses y los valores de nuestra gente, somos orgullosamente incorruptibles; no nos mueven egoísmos de ningún género. Nuestra lucha es un acto permanente de servicio sostenido en una entrega a las causas populares que rechaza por principio el uso de la gente para provechos personales. Somos radicalmente críticos; nuestro único dogma es que no queremos dogmas y si algo adoramos es la libertad y la capacidad de rebeldía sin riberas. Pero tenemos principios, en lo político, en lo organizativo, en lo ideológico, en lo moral; principios a los que pretendemos ser fieles. Entre éstos sobresale el principio de la lealtad  --no traición--  a los intereses de nuestro pueblo y de nuestros hermanos de lucha. El principio de la sinceridad, de la honradez, de la veracidad. La mentira nos es ajena; nada nos parece más deplorable que el disimulo y el engaño a los trabajadores, a la humanidad toda.
Nuestros esfuerzos están dirigidos hoy a derrocar el Poder de la burguesía, una clase social que en México está completamente entregada al imperialismo; instaurar en México y en el mundo una sociedad comunista a través de la construcción de la sociedad socialista basada  en la ciencia, cuyos fundamentos fueron puestos por Carlos Marx y Lenin. Entendemos que las obras de estos grandes revolucionarios no son sólo sistemas económicos, políticos, sociales sino, sobre todo, una actitud ante la vida.  
El mínimo caudal de valores, de principios, de determinaciones éticas, con las que salimos a luz, y las que todo el Movimiento Comunista Mexicano seguirá forjando, debatiendo, construyendo, es el siguiente:
1.   El Movimiento Comunista Mexicano reivindica el patriotismo revolucionario que significa la defensa de la integridad territorial, la independencia nacional y la soberanía; la lucha por los auténticos intereses de la inmensa mayoría de los obreros, campesinos explotados y demás trabajadores mexicanos. Somos portadores y recogemos los ideales del pueblo explotado mexicano que inspiraron sus luchas patrióticas y emancipadoras en las guerras de independencia, en la Reforma encabezada por el egregio Benito Juárez, en la defensa del país ante las intervenciones extranjeras, en la acción reivindicadora del propio pueblo explotado en la Revolución Mexicana de 1910-1940.
2.   El MCM levanta en alto la bandera del internacionalismo proletario. Nuestro propósito más caro es fundirnos con la clase obrera mexicana portadora de la misión histórica de sustituir a la minoritaria clase burguesa y abrir curso a un nuevo modo de producir la vida de los mexicanos sin explotación ni opresión. La lucha liberadora del proletariado mexicano forma parte del gran movimiento internacional contra el dominio imperial y del capital en general. En consecuencia, el MCM es una organización revolucionaria internacionalista presta siempre a la más amplia solidaridad a todos los pueblos que luchan por conquistar su plena independencia nacional y a aquellos pueblos que, habiéndola conseguido, luchan ya en la construcción del socialismo y defienden la democracia proletaria. El MCM  propugna la paz mundial, rechaza las invasiones imperiales y las guerras y se opone  a los bloques militares constituidos en gendarmes del mundo.
3.   Reivindicamos relaciones de profunda camaradería, de confianza mutua, abandonando toda suspicacia, recelo y prejuicio al seno del MCM. Estamos por la superación de la cultura de la eterna sospecha ante todo lo diferente; no olvidamos, por el contrario, que cada quien es y se afirma también por lo diverso. Abandono de la arrogancia. Cultivo y desarrollo de la tranquilidad, la franqueza, la amistad, el compañerismo, la cordialidad, la amabilidad, la tolerancia, la inclusión, el respeto. Los comunistas queremos relaciones de benevolencia, nos disponemos entonces a practicarlas.
4.   Hacemos nuestro el sentido y el  ejercicio de la responsabilidad, del compromiso y del empeño para cumplir lo acordado. Proclamamos la unidad entre la experiencia y el planteamiento creador. Llamamos a combinar la eficiencia de la experiencia con el sentido de lo nuevo.
5.   El enfoque crítico, como base de lo innovador y lo constructivo, es nuestra divisa,  sabiendo que la crítica comunista es siempre la enunciación de una propuesta en la que se busca aprovechar lo rescatable de lo que se cuestiona y objeta.
6.   El colectivismo es un fundamento de nuestra existencia. Somos comunistas porque lo común, la comunidad,  es nuestro punto de partida y nuestro punto de llegada; procederemos  siempre de manera colegiada, teniendo presente que la inteligencia del colectivo es superior o presenta mayores ventajas que la de cualquiera de sus integrantes aislado. Pero recordando que el colectivismo se compone de las iniciativas y la creatividad de cada uno de los militantes como personas. Cooperación, ayuda y colaboración mutua. Sostener una práctica permanente de diálogo entre toda la militancia, de intercambio de opiniones, de debate crítico, de estudio y de mayor profesionalización.
7.   Los militantes del Movimiento Comunista Mexicano no se sienten agraviados ni  enojados porque algún camarada o ciudadano les contradiga o les exponga planteamientos o consideraciones de índole distinta a lo que uno expone o contraria al juicio propio. No suponemos que lo hace para agredir, afectar o superar. Entre comunistas y entre comunistas y ciudadanos hay debate o polémica, pero no querella, no contienda ni disputa, menos pugna y rivalidad.
8.   Nuestro accionar revolucionario se funda en la unidad de la teoría y la práctica. En la lucha comunista se verifica de manera clara que la teoría es práctica y viceversa. La práctica es el criterio de la verdad y la teoría es una aprehensión explicativa e interpretativa de la práctica; sin revolucionarios no hay teoría revolucionaria y sin teoría revolucionaria no hay movimiento revolucionario.
9.   La práctica comunista que propugna e impulsa el MCM es una práctica de libertad, de autonomía, de democracia, de autodeterminación, de pugna diaria e ininterrumpida de des-enajenación del proletariado y el pueblo, de humanización de las relaciones sociales. El futuro para nosotros está haciéndose en el día a día; es acción revolucionante presente que tiene sus consecuencias (la consequentia,  o el hecho que se sigue o resulta de otro), es decir, construcción ya ahora de lo por-venir. Ya lo dijimos, nuestros pasos hacia la autodeterminación son pasos de autodeterminación.  Para nosotros, los que militamos en las filas del Movimiento Comunista Mexicano,  lo que se quiere debe estar traducido en cómo se quiere y para qué y para quién se quiere.
10.               La unidad del trabajo político y organizativo. La labor de los comunistas en la propagación y enraizamiento de la línea política (que se elabora en el seno de las resistencias y luchas de los trabajadores, sistematizándolas y generalizándolas; apoyándose siempre en la experiencia e iniciativa de las masas) debe conjugarse con la organización del proletariado y el pueblo todo y traducirse en organización eficiente para la victoria. Lenin señaló certeramente que “trazada la línea política, lo que decide es la organización”.
11.               Delimitación clara de las funciones de la organización de los comunistas y las funciones y alcances de las organizaciones reivindicativo-sectoriales, sin olvidar que el propósito, en materia de organización proletaria y popular, es la construcción de las organizaciones revolucionarias de masas (ORM).
12.               Teniendo presente que en la lucha revolucionaria con sentido comunista siempre deben estar presentes lo que los marxistas denominan el momento profético (que exige “no la simple extrapolación del pasado y del presente, sino el momento de la ruptura, de la trascendencia del hombre en relación a su propia historia”  --Roger Garaudy--), así como el momento utópico (que como dice el filósofo comunista francés, naciendo de la experiencia y el análisis de una crisis social profunda y siendo más significativa por lo que denuncia que por lo que anuncia, es la determinación de “abrir una vía inédita invirtiendo la marcha positivista: se parte del objetivo a alcanzar y se deducen regresivamente sus condiciones de realización”; la utopía de Marx, dice Garaudy, es “lo totalmente distinto” respecto al capitalismo, es “la negación de la negación”);  siendo obligado, decimos, aquellos momentos (el profético y el utópico), también es indispensable tener presente el momento científico, esto es, “un pensamiento fundado, consciente de los postulados en los que se funda” (Garaudy). La ciencia, dice Ives Bar, es la ruptura profética que se torna operatoria y es la imaginación utópica que se somete a la verificación experimental. El fundamento científico de la práctica comunista es necesario para evitar el subjetivismo y el voluntarismo, lo que significa que las líneas de combate del MCM  deben plasmar la realidad objetiva; nunca confundir los deseos con las posibilidades reales, pero al considerar la realidad nunca asumir una visión kantiana de la cosa en sí sino tener presente el momento constructivo del conocimiento y de la práctica revolucionaria. A esto le llamamos un enfoque clasista, pues no asumimos una aprehensión intelectualista de lo real efectivo sino una aprehensión militante bajo el interés del proletariado y de la humanización de la vida en México y en el mundo. Parafraseando a Marx decimos que el MCM  no sólo se propone explicar e interpretar a la realidad; se propone sobre todo transformarla.
13.               Abandono de la idea y la práctica de la jerarquía, del rango y la subordinación. En el Movimiento Comunista Mexicano nadie manda a nadie; aquí no hay generales que elaboran órdenes y ponen a los “soldados” a que las cumplan. Aquí todos somos generales y todos somos soldados rasos. Aquí no hay los que se dedican a elaborar teoría y otros que la ejecutan. Aquí todos hacemos teoría y todos hacemos talacha.
14.               En el MCM siempre estamos atentos para otorgar  reconocimiento al mérito del compañero o del ciudadano honesto y rebelde. Como parte de una política de incentivo a la autodeterminación de los seres humanos, consideramos un deber poner de relieve las acciones de protagonismo militante o ciudadano, la puesta en práctica de iniciativas fecundas, de heroísmo, de valentía y disposición a la rebeldía, incluso al extremo de poner en riesgo la vida por una causa humana, en aras de cumplir una tarea encomendada o una determinación propia de una ciudadana o un ciudadano. Está política enfrenta la cultura burguesa del nepotismo, del “compadrazgo”, del clientelismo, de la sumisión, y pone por delante una cultura del protagonismo autónomo e independiente basado en la dignidad y el honor humanos.
15.               En el MCM sentimos la necesidad de poner en un relieve especial el rechazo a la calumnia y la difamación. Sentimos el profundo deber de conducirnos con honestidad objetiva en los señalamientos hacia las conductas ajenas y en las críticas que tienen lugar en las relaciones entre nuestros militantes y entre éstos y la ciudadanía en general. Es necesario fundamentar muy bien y de preferencia hacerlo documentalmente cuando se acusa a alguien de haber cometido algún acto que se considera reprobable; siempre debe hacerse abiertamente la crítica o el señalamiento acusatorio, dando oportunidad a la defensa del criticado.
16.               Llevar a cabo una profunda formación de cuadros, los que deben ser acertadamente seleccionados para desempeñar responsabilidades y tareas pertinentes a sus capacidades y deseos, bajo una política de promoción y auto-proyección; los cuadros deben distribuirse en los lugares claves de acuerdo a políticas de centralización, priorización y concentración, tomando en cuenta los problemas geopolíticos de la revolución.  
17.               Impulso a la creatividad, a la iniciativa y al sentido de la innovación personal y colectiva. Verificar permanentemente que nadie se quede sin responsabilidades concretas y se confirme su cumplimiento, adoptando medidas que ayuden al militante a superar deficiencias o todo lo que haya llevado al incumplimiento.
18.               El método de acción del Movimiento Comunista Mexicano  es el convencimiento. Los militantes del MCM estamos en sus filas por decisión libre, y hacemos toda nuestra vida militante por profunda convicción. Somos revolucionarios disciplinados por consciencia, practicamos relaciones y acciones que conjugan dialécticamente horizontalidad,  centralidad democrática y verticalidad relativa, transitoria y debidamente acordada por todos,  que se guían por la necesidad de planificar las acciones tomando en cuenta las posibilidades que obligan a un proceso, que realizamos acción a partir de la divina espontaneidad y del más estricto y riguroso conocimiento científico.
19.                             Los militantes del Movimiento Comunista Mexicano nos sentimos comprometidos con el ejercicio de una permanente vigilancia y preocupación por la seguridad propia y de nuestros camaradas, tanto del MCM como de las organizaciones hermanas nacionales y extranjeras. La seguridad de uno, lo sabemos bien, es la seguridad de todos y a la inversa.




Acerca del Documento de Valores por Juan Pablo Jardón
03 de Junio de 2011
Camaradas:
     Ignoro cuando y porqué motivo la propuesta –muy aceptable por cierto- presentada a la Comisión Ejecutiva por el camarada Florentino Jaimes se convirtió, de un documento muy general de tres cuartillas, en toda una declaración de principios con nueve páginas, con todo y citas del teórico francés -tan de moda en los 70’s- Roger Garaudy, incluidas como una interpretación teórica del fundamento científico –no de su totalidad, por supuesto, pese a que ahí no lo aclara-, que aunque correcta en lo general, no aporta dentro del contexto de construcción orgánica caracterizado desde la dispersión orgánica, política e ideológica que adoptamos como premisa inicial para convocar a éste esfuerzo; en todo caso, existen otras propuestas principistas, cuando menos 4 ó 5, que deberán considerarse en el Congreso de septiembre y que fueron entregadas formalmente a la Asamblea Constitutiva, en ellas hay elementos que se contraponen, tanto en lo formal como en su contenido político, a los presentados en el denominado: “VALORES Y PRINCIPIOS QUE GUIAN LA CONDUCTA DE LA DIRECCION Y DE LOS MILITANTES DEL MCM”, (Propuesta  elaborada por Florentino Jaimes Hernández y Armando Martínez Verdugo), que corresponden a una aspiración muy legítima de revalorizar el pensamiento y la acción, la praxis, de los comunistas, pero que no puede adoptarse sin la participación consciente y la más amplia discusión y aportación de los compañeros, tanto los que ahora estamos en el MCM como los que se alojarán posteriormente bajo su cobijo, porque corresponden a un proyecto final de Declaración de Principios obligatorios, dictados desde una posición de dirección política que no existe ni en la práctica y, mucho menos, desde el ascendiente político, ideológico o ético que únicamente el trabajo consecuente y prolongado, a juicio crítico del colectivo y mediante el ejercicio responsable de la conducción en tales aspectos, otorga y mantiene. La contextura del proceso de construcción del MCM no coincide ahora con el ideal, el deseo, el proyecto político de organización y el tipo de militante ahí planteados.
     Recordemos que despegamos de una condición de desestructuración del marxismo práctico, del comunismo organizado local y mundialmente; dispersión es un término nada preciso: ya he escrito antes, en otros documentos, de debacle, diáspora, derrota y abandono, incluso traición y deformación, pragmatismo, economicismo, academicismo y dogmatismo; la plataforma desde la que realizamos éste impulso no es la del debate interno y sofisticado dentro de una organización sistematizada y dispuesta en todos sus términos para la elaboración definitiva de un proyecto revolucionario homogéneo, aplicable y definitivo. Es preciso insistir en que no existe aún la línea política (que surja como producto del estudio de las contradicciones en la realidad material conjugados con el acervo teórico y las diversas experiencias) que sea punto de partida para fundar un código de conducta aplicable a todos los participantes del “plan ideal” que tenga posibilidades reales de materializarse en un corto plazo. Un ejercicio como el propuesto sobra en éste momento. Esta no es la prolongación de ninguna organización previa que acepta formas de razonamiento erigidas por costumbre o decisión –autoritaria o democrática-, ni una combinación mecánica de formas de marxismo ya organizado, por el contrario, en el Movimiento Comunista Mexicano coinciden muchas formas de interpretar y practicar el socialismo científico, la mayoría respetables aunque demostradamente inoperantes por sus resultados –si fuesen exitosas no estaríamos debatiendo esto-, por lo tanto, no existe la “línea” propia de una estructura centralizada de nuevo tipo, lo que, a la vez, implica la imposibilidad de la particularización detallada y la adopción de un sólo modelo de conducta y de organización política, por ende, la configuración inverosímil del individuo –con todo su bagaje social fraccionado y mediado por el mercado- que adopta el comunismo, no para ser el “hombre nuevo” automáticamente, sino para ir des-construyéndose paulatinamente y reconstruyéndose en el conjunto de sus relaciones sociales. Los comunistas no pueden ser distintos dentro y fuera de las filas del Movimiento ni diferentes en esencia al resto de su entorno, tampoco sujetarse a actitudes a-sociales, ajenas –o enajenadas- distantes y confrontadas, es imposible andar por la vida con ese espíritu redentor y paternalista que da la pretendida posesión de la “verdad”; ésta nefasta y destructiva característica le pertenece únicamente a las sectas.
     Por otro lado, íntimamente relacionado con lo anterior, la carencia de una caracterización correcta y lo más completa posible de la realidad actuante, de las crisis del capitalismo y sus efectos en la vida cotidiana de la Clase Obrera y el Pueblo, del modo en que se generan las resistencias y como son mediatizadas por el régimen y el sistema –e idealizadas o utilizadas por los militantes de la izquierda fetichizada-, nos llevan a un basismo extremo e ingenuo, a una falsa consideración del medio ambiente político en el que tendremos que desempeñarnos, lo que sí definirá en grado sumo nuestro comportamiento. De ningún modo el capitalismo actual es el mismo al que hubo de oponerse el comunismo de hace 30 o 50 años, ni podemos adoptar recetas o actitudes universalmente válidas, eso es absurdo y absolutamente contrario al espíritu del marxismo; por otro lado, la redacción de preceptos conductuales siempre se orienta a su aplicación, de eso a su supervisión, luego a la calificación, la generación del aparato interno de emulación y castigo, proclive a la ponderación de tareas “aceptables” y descalificación de las que no encuadren en una normatividad predeterminada, a criterio ó capricho de tales o cuales camaradas que, aunque horizontalmente organizados habrán de encontrar los mejores modos de desautorizar o graduar el trabajo político de los demás, no tanto por las perversiones individuales sino por la diversidad de concepciones e interpretaciones que coinciden en el Movimiento. La propuesta, al ser tan detallada y precisa, se convierte en una camisa de fuerza, deja de ser una herramienta directriz para la formación militante y se transfigura en una limitación de la motricidad, de la inventiva y de la capacidad evolutiva del conjunto del MCM.
     Argumentaré sobre algunos puntos, aunque algunos son meramente de forma:
     Dice: “El surgimiento y desarrollo del Movimiento Comunista Mexicano reinicia una nueva fase”… (¿Reinicia o es nueva?)
     Continúa: “Este nuevo proceso constituyente es histórico” ¿Porqué? El carácter ontológico, histórico, o cualquier otro, no se autodefine de inmediato ni se decreta, somos muy afectos a la grandilocuencia sin reparar en que tal actitud merma los objetivos mismos que nos fijamos; es decir, el proceso histórico –cualquiera- se construye, se mantiene en ascenso hasta su auge y procede a su declive sumergido en la contradicción en lo que importa es el nuevo proceso histórico que surge de sus entrañas. Es resultado de los efectos a largo plazo es la medida de la historicidad del proceso. Considero que la fundación del MCM todavía no puede calificarse así, hay que convertirlo en un elemento político que tenga la capacidad de modificar el devenir, de crear futuros posibles ¿Si ya es “histórico” para que hacerlo trascender?
     Más adelante asienta: “Es una ruptura, que queremos sea radical; pero es también una continuidad.”
“Ruptura, con todo lo que lastró el pensamiento y la acción de esfuerzos que se reclamaron comunistas y nos precedieron.”
“Continuidad, de todo lo que implica claves que pueden ayudar a que nosotros, los comunistas y revolucionarios mexicanos, con nuestra propia cabeza y nuestros esfuerzos propios, ubiquemos y resolvamos los problemas fundamentales de nuestra revolución aquí y ahora.”
“El Movimiento Comunista Mexicano quiere ser heredero de esa rica y compleja historia de combates liberadores de nuestro pueblo, que más que ser simples cifras son cimientos del programa de lo que anhelan, desean y reclaman los trabajadores. El MCM se dispone a compartir esta herencia con todos los revolucionarios que hoy, como nosotros, pugnan por  iguales objetivos, pues entendemos que nadie en particular es depositario de un patrimonio revolucionario. ¡O lo somos todos o no lo es nadie!”
     Mi duda estriba en cual es el método para “espulgar”, para seleccionar lo que heredamos y lo que repudiamos; obviamente habrá quienes, de plano, desechamos el stalinismo (en el MCM convivimos con stalinistas, p. ej.), la prolongación de la economía de mercado en el “socialismo real”, de la burocratización al estilo soviético, etc., así como de las tácticas foquistas en América Latina, los efectos de la intervención de la Tercera Internacional en el PCM a través de Earl Browder, la equívoca caracterización de “semi-feudal y semi-colonial” que se impuso en los 40’s, etc. Pero lo veo como parte del proceso mismo, sin justificarlo pero sin intentar modificarlo, la historia no se resuelve escogiendo la parte que nos agrada, lo “bonito” y conveniente, habrá que cargar con ella y aprender; de otro modo no se puede colegir la Gran Guerra Patria de la URSS contra el fascismo alemán, el Estado de Bienestar, la planificación económica centralizada que se practicó durante 70 años permitiendo la industrialización y la solidaridad internacional, etc., tal como la figura, moralmente gigantesca del Che Guevara, la participación del Socorro Rojo Internacional en el conflicto español, las Brigadas Internacionales, etc., etc. Tenemos una historia, la de los comunistas, con muchos errores, desaciertos graves incluso, que no puede desasociarse de los avances teóricos y prácticos sin caer en regresiones o en negaciones que llevan a la ambigüedad política, es decir, por ejemplo ¿Historia y lucha de clases, de Georgy Lucaks, se desvirtúa por la conclusión que adopta, al colocar al Partido como la cúspide de la des-enajenación o es producto de una época específica, en la que la necesidad política se impuso por sobre de la del mayor desarrollo teórico? ¿Cuál parte es la buena y cual es la deleznable en ese texto? Otro caso: ¿La Revolución Cubana es “apoyable” y nos solidarizamos con ella sólo a partir de sus aciertos en medicina, cultura, educación, etc. y nos desdecimos de lo que muchos le han criticado de autoritario, burocrático, etc.? El Patrimonio Revolucionario que menciona el texto que estudiamos no consiste en una visión evangélica, purista, ni en una experiencia legendaria y heroica, es un desarrollo sinuoso de la vida, un proceso inconcluso al que no debemos fetichizar, los adjetivos y descalificaciones no ayudan –aquellos que se reclamaron comunistas lo hicieron en su mayoría sinceramente, igualmente cometieron errores, como en los que ahora podremos incurrir; la ruptura-continuidad propuesta es un distanciamiento de una experiencia que no se ha procesado debidamente, una negación de la negación de formas y deformaciones del marxismo, es volver la espalda a quienes antes pisaron la piedra con la que podemos tropezar en la lucha anticapitalista. Cuando heredemos la casa la aceptaremos con cucarachas y ratones, limpiaremos y exterminaremos lo necesario, pero lo que hayan carcomido antes de nuestra llegada es parte de esa historia material constituida en la casa misma. El edificio histórico del comunismo, si tuviéramos que representarlo, terminaría siendo extremadamente barroco, con gárgolas terribles empuñando hoces y martillos siendo amadas y protegidas por querubines vestidos de proletarios, altares suntuosos y democráticas ágoras, foros abiertos a las masas y mazmorras en el sótano conectadas a campanarios celestiales desde los que, como una Babel extraordinaria, pudiera tomarse por asalto el paraíso para hablarle de tú a un Dios; un monstruoso y magnífico templo, con salones aislados y oscuros laberintos; un palacio destinado a la Revolución, algo derrumbado últimamente.  
     Más adelante señala:
“Nuestra práctica, nuestra vida toda, del colectivo MCM (sic) y de cada uno de sus militantes, es una práctica y una vida de libertad, de combativa autodeterminación…. El paso hacia la autodeterminación debe ser un paso auto-determinado.”
     Tal como se presenta, creo que muchos no podremos ser comunistas nunca más. Las relaciones sociales imperantes en el capitalismo, tal como están predeterminadas en la consciencia de los miembros de la sociedad, nos imponen a algunos pocos, desde una posición no individual sino clasista, la necesidad inevitable de una práctica y una vida de libertad, como un ideal –aun no como una realización material posible sino sólo deseable-, sumergidos entre los valores fetichizados, que constituyen formas de vinculación entre objetos, entre sujetos cosificados y distancia del trabajador del producto de su trabajo, cuya alienación se torna entonces cultural. Desde esa perspectiva la autodeterminación de los comunistas –como individuos dentro del capitalismo- queda limitada al aspecto más íntimo de la vida, en el que todavía estará por definir en que consiste la libertad anhelada. Sugiero que se busque un cambio de redacción que posibiliten tanto su mejor entendimiento como su aplicación. La autodeterminación, como concepto, algunos lo piensan como categoría, no es un término totalmente aceptado, aunque Marx ya lo menciona repetidamente (los anarquistas modernos lo usan frecuentemente junto con auto-gestión, en ocasiones como sinónimo), también lo hace en términos de futuro, recurriendo a la definición primero de trabajo enajenado y, posteriormente, de alienación, para dilucidar como las relaciones sociales son determinadas por el capitalismo, como sistema al que habrá de destruirse para fundar con base en una situación material objetiva nuevas formas de pensamiento social que se le correspondan. Entiendo que el Movimiento debe aspirar a construirse como un modelo de la sociedad futura, algo que yo expresé en mi propuesta de normatividad interna, consistente en la emulación de la sociedad futura de los trabajadores –y que fue rechazado-, es decir, a que el trabajo –político en éste caso- sea un placer y no un castigo, que seamos sinceros, democráticos, creativos, libres en colectivo (todos libertos sin sumisión de ninguna clase), etc., pero no por efecto de una declaración o un decreto, sino como parte de la coherencia con lo posterior y pendiente. No veamos a lo lejos con el microscopio.
     En cuanto a “El Movimiento Comunista Mexicano se dispone a cultivar y a ejercer siempre y por doquier cualidades y disposiciones de un revolucionario comunista, sembrando y practicando rasgos de lo que proclamamos, junto con Carlos Marx y todos los combatientes contra la deshumanización y la alienación del hombre por el hombre. Fundamos nuestra lucha en un comportamiento moral a toda prueba, en una capacidad para conocer los aspectos más complicados de la lucha social y trazar líneas de combate…” Como dicen en Mixcoac: Ah! ¿Te cái? Creo que no estamos en condiciones de instituir una moral o una linealidad en ese sentido, el documento original establecía, para su revisión, una serie de fundamentos éticos generales como un ideal, no con el sentido afirmativo -e imperativo- del actual. ¿El comportamiento moral a toda prueba es mesurable, por gramo o por metro, se prueba en circunstancias extremas o en ayunas? ¿Hablamos de una moral revolucionaria como la que se describe en los textos pro-stalinistas de Así se forjó el Acero o en el ejemplo más tangible del Che, con todo y sus muy humanos errores y debilidades? ¿Es La Madre de Máximo Gorky una guía moral o una novela rusa del siglo XIX o las dos cosas, útil ahora? ¿Es igual la moral militante en una organización vertical y centralizada bajo la represión que la que existe en una democracia burguesa? ¿Es la moral un objeto concreto, palpable, material y estable o mi proceso moral es diferente al de los demás –quizá más promiscuo-, lo que descalifica como in-moral o a-moral a los demás o a mi mismo? ¿De donde podremos adquirir esos valores morales “a toda prueba” para socializarlos homogéneamente entre todos los militantes del MCM? Por otro lado: ¿Conocer los aspectos más complicados de la lucha social es posible? Para cuando acabemos de conocerlos ¿Seguirán siendo los mismos y será útil o buscaremos apoyarnos en las leyes del materialismo dialéctico, en la experiencia y sobre la práctica misma las soluciones posibles, dentro de la vía hacia una gran solución definitiva? ¿Las líneas de combate –supongo que se refieren a la táctica- van tan íntimamente ligadas a lo moral o lo veremos en el Programa de Acción en septiembre? ¿Qué dosis de vanguardismo y de autosuficiencia se requieren para encumbrarnos como trazadores de líneas de combate que den una salida práctica a los aspectos más complicados de la lucha social desde ahora?
     Continúa el párrafo: “La basamos en nuestra rectitud y celo en el cumplimiento de los compromisos que adquirimos con el pueblo y con los otros revolucionarios. Somos inflexibles en lo que atañe a los intereses y los valores de nuestra gente (sic), somos orgullosamente incorruptibles... Entre éstos sobresale el principio de la LEALTAD  --NO TRAICIÓN--  a los intereses de nuestro pueblo y de nuestros hermanos de lucha. El principio de la SINCERIDAD, de la HONRADEZ, de la VERACIDAD. La mentira nos es ajena; nada nos parece más deplorable que el disimulo y el engaño a los trabajadores, a la humanidad toda.” Francamente deberíamos fundar una congregación dedicada al martirio y la contemplación del séptimo mandamiento divino; el problema de la calificación de la moralidad y del criterio de verdad absoluta es añejo en toda la filosofía, de hecho existen verdades contrapuestas para un mismo fenómeno, dependiendo del ángulo de observación: el ejemplo clásico dice que si para el sujeto de la izquierda un objeto esta a su derecha, para el que está del lado contrario el mismo objeto está a la izquierda –no se rían, es de Einstein- ¿Quién dice la verdad? Donde dice “nuestra gente” habrá que cambiarlo por las masas o la Clase Obrera quitando el posesivo previo; recordar también que los “valores” (morales, políticos, sociales, culturales) regularmente están mediados por el capitalismo, por lo que definitivamente nos oponemos a su perpetuación en la conciencia popular, que es en donde realmente habrá que dar la batalla cultural profunda, pero no ser inflexibles con lo que atañe a los ya establecidos por enajenación, aunque sean los que están ahí y “la gente” los defienda encarnizadamente. En cuanto a lo deplorable, lo que más repudiamos es la explotación humana en cualquier forma. El engaño sólo es uno de sus instrumentos más frecuentemente utilizados desde que Maquiavelo lo legitimó en Florencia, Rousseau lo justificó y Locke le dio un cuerpo teórico al liberalismo capitalista. El capitalismo es, en ese sentido, un sinónimo de mentira y falsedad basado en el mercadeo de valores que mienten por sí mismos para generar una utilidad extrema; ninguna etapa previa ha sido más demagógica ni embustera.
     Donde dice: “…cuyos fundamentos fueron puestos por Carlos Marx, Federico Engels y Lenin.” Propongo dejarlo abierto –con un “y otros”- para que cada quién coloque ahí, mentalmente, a sus teóricos y políticos comunistas predilectos.
     En cuanto al punteo de los artículos me reservaré para cada uno en un debate particular, en el momento que sea presentado, acotando únicamente que ahí se contienen puntos de la Declaración de Principios, del Programa de Acción, de los Estatutos y otros que no podría ubicar por ahora.
Atentamente
3 de Junio de 2011
Juan Pablo Jardón.



NOTAS A LA CRÍTICA DEL CAMARADA JARDON A NUESTRO PROYECTO “Valores y principios que guían la conducta de la dirección y de los militantes del MCM”
Florentino Jaimes Hernández y Armando Martínez Verdugo

A las 22 horas del viernes 3 de junio, poco antes de que la Comisión Coordinadora se reuniera para analizar (como se propuso en la CE), entre otros puntos,  el proyecto sobre algunas normas de convivencia interna, el camarada Juan Pablo Jardón (JPJ) colocó en algunos correos una crítica a dicho texto. De esta manera, al seno del Movimiento JPJ abrió una polémica.
Es preciso decir, de entrada, que nos parece positivo que se haya abierto este intercambio de puntos de vista; esperamos que una buena mayoría se involucre en él. Es conveniente que la izquierda comunista recupere esa tradición que, por desgracia, se ha perdido o se ha debilitado en nuestro país: la tradición del debate. Con el abandono de esa costumbre, la izquierda comunista sufrió un quebranto;  se asentó en ella, por ejemplo, la idea de que al que se le critica se le agrede. En la concepción comunista, en cambio, la crítica no es rechazo, sino “penetración a un nivel más profundo”.
En la construcción del MCM debe contemplarse la restauración de la tradición comunista del intercambio de puntos de vista diferentes, la práctica de la polémica fraternal en la que se busca contribuir a la construcción de  propuestas más acabadas y pertinentes. Por otro lado, está muy bien que Juan Pablo haya presentado sus críticas por escrito pues ello dota a la crítica de un sustento más responsable. Nadie niega la importancia de las discusiones orales, pero este recurso deja la puerta abierta a que se niegue lo que se aseveró o se opine con ligereza, sin sentir la obligación de basar lo dicho en argumentación consistente y comprobable. Decían los árabes del pasado  que si a la palabra en general no la alcanzan ni cien caballos,  a la palabra escrita menos todavía.
Primera nota
En su crítica, Jardón sostiene que “la plataforma desde la que realizamos este impulso no es la del debate interno y sofisticado dentro de una organización sistematizada y dispuesta en todos sus términos para la elaboración definitiva de un proyecto revolucionario homogéneo, aplicable y definitivo”.
Antes que nada, en el texto Valores y principios que guían la conducta de la Dirección y de los militantes del MCM (objeto de la crítica de JPJ),  no existe la pretensión que el camarada nos adjudica: la de ser “definitivos”. Nunca prometimos que lo que nosotros presentáramos sería indiscutible, intocable e invariable. Al contrario, hemos insistido en que se discuta ese documento y no hemos sido nosotros los que pospusimos su análisis en la CN. Se trata de un proyecto (así está escrito desde su título) lo mantenemos con ese carácter, y bajo ese talante la CE acordó presentarlo a la reunión de la CN del 4 de junio.
 Nosotros estamos contribuyendo a la construcción del MCM sin la idea de que sólo nuestras propuestas prevalezcan. Evidentemente, no renunciaremos a exponerlas, a defenderlas y a tratar de que se las comprenda y se las incluya. Y esperamos que esta determinación no se confunda con pretensiones de avasallamiento.  Hasta ahora a nadie en el MCM se le deben ni se le pueden adjudicar propósitos de contundencia y de querer ser definitivos. Tampoco a nosotros.
 En segundo lugar, su elaboración nos fue encomendada por la Comisión Ejecutiva (CE), la cual conoció nuestras propuestas  iniciales, las discutió (discusión en la que participó el mismo JPJ), las vio pertinentes y nos encomendó la formulación del Proyecto.
 En las únicas dos reuniones que ha tenido la CE se incluyó como un punto de la Orden del Día la cuestión de las normas que deben regular nuestras relaciones. A esto, un camarada (no nosotros) le llamó “Código de ética”. Nosotros leímos en la primera reunión sendos textos: el presentado por Armando Martínez Verdugo y el que Florentino Jaimes Hernández había presentado en la Asamblea Constitutiva. Se estuvo de acuerdo –incluido JPJ--, en que los dos nos hiciéramos cargo de elaborar un texto unificado. Esa comisión que se nos encomendó fue cumplida, de tal manera que en la segunda reunión de la CE leímos lo que habíamos construido juntos; luego la CE aprobó que, como proyecto, ese texto fuera presentado a la junta de la Coordinadora Nacional del día 4.
En esta reunión de la CE nadie descalificó la propuesta, nadie dijo que no debería ser parte de la Orden del Día de la reunión de la CN, y se supone que todos los que así acordamos nos comprometimos a defender que la propuesta quedara como un punto de discusión en la CN. Esto, por cierto, no se llevó a cabo (al igual que no han sido cumplidos otros compromisos de órganos colegiados, como lo fue la Comisión Promotora) pues JPJ y otros compañeros de la CE impulsaron que en la reunión de la CN se excluyera el proyecto llamado “Valores…”  Esto, a no dudarlo, reitera la necesidad de contar ya con reglas iniciales (que nunca serán definitivas) entre nosotros, de manera particular ante los compromisos adquiridos en un órgano colegiado como es la CE.
En tercer lugar, con nuestro texto (“Valores…”) nunca pretendimos formular ni dar pie a la elaboración de un “proyecto revolucionario homogéneo, aplicable y definitivo” como acusa Juan Pablo. Nos parece extraño que el camarada nos endilgue un propósito semejante, cuando siempre hemos hablado de normas para regular nuestras relaciones internas y, además, normas para este momento de nacimiento de nuestro colectivo.  
En cuarto lugar, Jardón afirma que no es el “debate interno y sofisticado (el que se requiere)… para la elaboración definitiva de un proyecto…”  A esto le decimos que nosotros no hemos planteado ningún debate (menos, un debate “sofisticado”); ni siquiera  intentamos cubrir una faltante de la Asamblea Constitutiva en la que se debieron presentar claves para la elaboración del programa y de los principios (como se acordó en la Comisión Promotora), lo cual no se hizo. Nuestra elaboración sólo atañe a compromisos en los que se basen nuestras actuales relaciones como dirigentes y militantes; los Principios, son otra cosa. 
Nosotros no iniciamos el debate y, con nuestra propuesta, no pretendimos debatir. Es Jardón el que nos cuestiona y es Jardón quien lanza el debate. Él debe decir (y quienes lean su documento crítico deben definir) si el suyo no es un debate y menos un debate “interno y sofisticado”. La polémica la ha abierto Jardón y nosotros ahora estamos respondiendo porque creemos injustas sus incriminaciones y porque pensamos que sus críticas permiten aclararnos cuestiones importantes. De nuestra parte, debatiremos sin pretensiones de sofisticación, aunque debe respetarse (como estamos todos obligados a hacerlo ante el estilo y las formas usadas por el camarada Jardón) la manera en que logremos escribir y explicarnos. Lo que sí es importante, lo reiteramos,  es que, sin adjetivos y sin excluir a nadie ni porque la participación parezca “sofisticada”, recuperemos el debate interno y externo como parte de nuestra vida de militantes.
Así que nadie se inhiba, que aquí nadie va a coartar el derecho a debatir en la forma en la que cada quien pueda, haciendo los máximos esfuerzos para ser propositivos. Tampoco se asuma la actitud de que apenas empezamos y ya “nos estamos peleando” pues un debate no es pleito sino retroalimentación de ideas y experiencias; menos la falsa postura de que “mejor nos pongamos a trabajar”. Hay muchas cuestiones que debemos precisar y el texto de Jardón las pone a la orden.


Segunda nota
Recordemos  –dice Juan Pablo--  que despegamos de una condición de desestructuración del marxismo práctico, del comunismo organizado local y mundialmente”; y trae a colación epítetos y comportamientos que le parecen caracterizar la situación desde la que “despegamos”: habla de debacle, diáspora, derrota y abandono, incluso traición, deformación,  y otros comportamientos por el estilo.
 Nos parece que el camarada Jardón no está recogiendo aspectos importantes de las condiciones y los ambientes en los que “despegamos”.  No sólo de lo que él anota se compone nuestro “despegue”.
 “Despegamos” en un periodo parcialmente nuevo en la lucha social y de clases en nuestro país, en América Latina y en el mundo,  periodo que aquí viene tomando mayor cuerpo, digamos, desde la crisis de 1982, con altibajos, de manera desigual y con fuertes remanentes de periodos anteriores. En el contexto de nuestro “despegue” no pueden ignorarse las irrupciones zapatista, las huelgas universitarias, las acciones electorales en torno a la Presidencia de la República, el surgimiento de débiles pero sostenidas resistencias a las que les falta mucho y sobre todo articulación y sentido programático y estratégico (algunas de gran significado como la resistencia de los mineros y de los electricistas, quienes, incluso, hasta se están disponiendo a formar un nuevo partido político). También debe considerarse el desarrollo de varios agrupamientos de la izquierda revolucionaria de la que somos componente. Todo esto es muy débil pero ahí está.
El lapso en el que “despegamos” es también de predominio de rasgos que si bien vienen de atrás hoy toman relieve especial, en lo que atañe al “método de producción capitalista” como decía Marx, y en lo que respecta al mismo ejercicio del Poder del capital. A nivel latinoamericano y mundial, ya ni se diga. Con esto, y sobre la base de todo este panorama internacional en el cual “despegamos”, el marxismo y el comunismo no pueden ser vistos como “desestructurados” (Jardón no aclara si se refiere a la obra de Marx o a lo que se ha dado en llamar “marxismo” y que muy poco tiene que ver con el autor de El Capital). No hay que exagerar, pero tampoco ignorar que los actuales son tiempos de inicial reanimación revolucionaria teórica y prácticamente hablando. Las construcciones teóricas ante los problemas concretos de la revolución concreta no sólo tienen lugar, así sea de manera incipiente, en los momentos en que “despegamos” sino que están revitalizándose de manera crítica claves teóricas de experiencias revolucionarias, es decir, del pasado. Esto se verifica en el seno de nuestra naciente organización y en la de agrupamientos hermanos nacionales, latinoamericanos y mundiales. Hay búsquedas nacientes en torno al Poder (el “poder popular”, dicen unos; la subversión de todo tipo de poder, dicen otros), en derredor del llamado “marxismo-leninismo”, sobre la revolución y sobre otras “cuestiones malditas” de todo revolucionario, como les llamaba Lenin. “Despegamos” en un ambiente de acercamiento de varios grupos comunistas organizados y “prácticos”, débiles como nosotros pero evidencia digna de considerarse para definir que el MCM está naciendo porque condiciones objetivas y subjetivas impelen a la formación de una dirección revolucionaria.
Esto debe precisarse porque es necesario considerar que somos tributarios de un patrimonio y de una situación actual no despreciable; no partimos de cero. Y esto debe determinar también, por ejemplo, la cuestión  del ritmo en el que avanzaremos en nuestra construcción.
Nuestro ritmo es muchos ritmos, no es un solo ritmo. Por lo pronto y esperemos que mientras sea así se respete (siendo un conglomerado de “dobles” y hasta de “triples” militancias, como nos lo ha dicho el proyecto de Declaración Política) aquí la marcha no la pone ni la pondrá sólo un  nivel de desarrollo sino la combinación de diversas  posibilidades. Cada quien trae consigo debilidades en un aspecto y fortalezas y experiencias en otro.
Repetimos: ¡No partimos de cero! No sugerimos ningún “modelo de conducta y de organización política”. Proponemos la diversidad dentro de la unidad, y la unidad compleja. Y esto lo hemos traducido en que no intentamos imponer un solo ritmo de construcción actual del MCM, pero tampoco aceptamos que alguien nos limite a su ritmo. Hemos condescendido cuando un dirigente del MCM no ha cumplido y se resiste a que se reconozca lo que otro hizo en lugar de él; no hemos protestado cuando alguien promete algo y no sólo no lo cumple sino ni siquiera cree necesario explicar las razones. Esto debe hacerse consciente e implicar una “regla del juego” en esta construcción en la que nos hemos embarcado. Si todos aceptamos aquellos procederes, que así sea, pero que quede explícito. Si dos camaradas han sido comisionados para una tarea, por ejemplo, y uno  --por la razón que sea— falta, el otro debe, si puede, intentar sacar adelante lo encomendado. El camarada que falló no debe molestarse ni impedir que sea ponderado lo hecho por el que cumplió.
Debemos respetarnos nuestras posibilidades respetando las posibilidades de los otros.
Por otro lado, JPJ habla de “desestructuración del marxismo práctico” mas no aclara qué es el “marxismo práctico”; ¿hay un marxismo in-práctico o un marxismo teórico?  Señala que el marxismo del que él habla se “desestructuró”, lo cual indica que alguna vez estuvo estructurado. Pero, ¿qué es el marxismo estructurado?; ¿cuándo se desestructuró? ¿Quién lo desestructuró? ¿Por qué se pudo desestructurar? ¿Hay que volverlo a estructurar?
Tercera nota
Refiriéndose al Proyecto aprobado para ser presentado en esa calidad a la reunión de la CE, titulado “Valores y principios…”, JPJ sostiene ahora lo que en ninguna de las dos reuniones de la Ejecutiva expresó. “Un ejercicio como el propuesto, dice, sobra en este momento”. Y su argumento es que “no existe aún la línea política… que sea punto de partida para fundar un código de conducta aplicable a todos los participantes del ´plan ideal´ que tenga posibilidades reales de materializarse en un corto plazo”.
Primero, preguntamos ¿cuándo los comunistas hemos hecho depender de la táctica y de la línea política, o sea de las coyunturas socio-políticas, nuestros valores y reglas de convivencia y, más todavía, un “código de conducta”? Quizás lo contrario sea más válido. Hay que tomar en cuenta todo, pero para disponerse a elaborar líneas políticas hay que coincidir, hay que unirse, y para concordar y unirse es preciso contar con bases mínimas de conducta coincidentes. Éstas son posibles a partir de que en el presente está el pasado de los militantes que se unen; están presentes sus conductas, sus compromisos, la consecuencia con la que han procedido. Juan Pablo sabe bien que quienes decidimos unirnos para formar el MCM no somos improvisados que se sacan de la manga voluntades y determinaciones de lucha, posibilidades y capacidades de construcción revolucionaria. Las bases mínimas de las que parte el MCM no son fortuitas ni contingentes.  Pueden ser escasas, pero existen y eso es la condición para concordar, y quien concuerda es porque tiene especificaciones concordadoras que hay que hacer explícitas y evidentes. ¡Ya nos referiremos después a los Principios!
 Hoy hablamos de reglas mínimas de convivencia. Estamos pensando, por lo demás,  en normas que regulen las relaciones y la convivencia política de no más de 34 miembros de la Dirección y de no más de 80 militantes que hoy integramos al MCM. Normas que, por lo demás, están planteadas para de aquí al congreso de septiembre (como lo está casi todo).
Esto de contar con normas no es ajeno a los comunistas; y no hablamos de Estatutos. Cuando estaba fundándose la Asociación Internacional de Trabajadores, Marx planteó “…propuse que antes de ´corregir´ el preámbulo ´discutiéramos´ las reglamentaciones. Así se hizo. Cuando se aprobó la primera de las cuarenta reglas, era la una de la madrugada” (Carta de Marx a Engels del 4 de noviembre de 1846).
Nadie en el MCM, es decir, tampoco nosotros, ha planteado un “plan ideal”.  Estamos hablando de darnos reglas del “juego” entre los que hoy conformamos al MCM y la Dirección, como esa de establecer a qué nos comprometemos cuando participamos en la discusión y en la toma de un acuerdo consensuado en un órgano colegiado, cuando el acuerdo ha sido construido por el conjunto, en el que hemos estado incluidos. ¿¡A nada!? Puede ser, pero que se explicite.
El camarada Jardón no cuestionó cuando en el primer punto de la Orden del Día de la Asamblea Constitutiva, en el documento que presentó el camarada Marcos Leonel Posadas (MLP), a nombre de la Promotora, se señalaron principios que deben  regirnos como eso de que debemos ser “una estructura de coordinación entre iguales, no rígida sino flexible, no centralista ni vertical”. ¿Estos no son valores y principios? ¿No tienen validez o MLP no debió presentarlos porque en ese momento no sólo no teníamos “línea Política” sino ni siquiera habíamos declarado nuestra constitución formal? Es más, ya en el “Primer encuentro de socialistas mexicanos” del 27 de marzo, como base para la unidad con otros socialistas, se señaló: “tenemos en común bases ideológicas y principios irreductibles… compartimos principios y posiciones ideológicas fundamentales” (las que a continuación se anotaron).
 Irreductibles, como lo sabe el camarada Jardón, quiere decir que los principios, que se han construido por el movimiento comunista histórico, no pueden cambiarse por otra cosa; no pueden disminuirse o aminorarse (por las coyunturas), que los principios comunistas no se mueven al compás de las confrontaciones episódicas; incluso quiere decir que son insustituibles, que no pueden ser mudados en otra cosa equivalente. Es decir, en una lucha comunista, los principios y valores comunistas no dependen estrictamente  de las coyunturas; dependen de algo mucho más profundo (sobre lo que trataremos en su momento, rumbo al Congreso).
 Eso (que eran irreductibles), ni más ni menos, se dijo en aquel evento.
Nosotros no llegamos a tanto; sólo decimos que ya existen bases y fundamentos en lo que hoy es el MCM  para que podamos darnos unas normas y valores de nuestra actual conducta en la construcción del MCM (suponemos que Jardón entiende que nos referimos a nuestra militancia en los órganos de dirección y de la militancia en el MCM. No pretendemos, y hace mal Juan Pablo al adjudicarnos semejantes propósitos –como lo hace más adelante--,  meternos en las vidas íntimas de cada quien).
Jardón no vacila en imputarnos calificativos como grandilocuentes, evangélicos, puristas, instituyentes de una moral, redentores, paternalistas, que nos creemos poseídos de la “verdad” y con rasgos propios a una secta. Al hablar de nuestro texto, le recuerda al lector los “textos pro-stalinistas”. Augura que “preceptos conductuales” como los que proponemos  llevarán a la “supervisión, luego a la calificación, (a) la generación del aparato interno de emulación y (al) castigo”…Al “ser (nuestra propuesta)  tan detallada y precisa, dice, se convierte en una camisa de fuerza”. Se mofa de nosotros inquiriéndonos si “el comportamiento moral a toda prueba ¿es mensurable, por gramo o por metro, se prueba en circunstancias extremas o en ayunas?”  Y concluye que, con nuestro documento, “francamente deberíamos fundar una congregación dedicada al martirio y a la contemplación del séptimo mandamiento divino”.
¿No pensó en eso Juan Pablo cuando el mismo día (domingo 15 de mayo) que la Asamblea Constitutiva debía analizar el punto tres de la Orden, él (que por acuerdo de la Promotora estaba encargado de presentarnos la propuesta cuando menos unos cinco días antes de aquel evento) nos distribuyó su “Proyecto de bases normativas del Movimiento Comunista Mexicano”, en el que se nos planteaba que “La vida interna del CCC, de la CP así como de todas las instancias, se normarán por la ética revolucionaria comunista… la disciplina (seguía JPJ) se comprende aquí como un posicionamiento ético-político y se regula directamente…mediante el ejercicio cotidiano de la crítica y la autocrítica...Se dejan a salvo los derechos de minoría siempre que se represente con un mínimo del 15 % de los votos en un Congreso o cualquier otra instancia”. Concluía con las obligaciones de los militantes que, al igual que los derechos, son valores y principios. Si el “Proyecto de las bases normativas” presentado por Jardón no fue aprobado, no lo fue por ninguna de las imputaciones que hoy levanta contra otra propuesta de normas. Y nadie, que sepamos, hizo ironía sobre el propósito de Juan Pablo.
Cuarta nota
Al referirse a nuestra propuesta de querer (o proponernos) ser herederos de “esa rica historia de combates liberadores de nuestro pueblo”, Juan Pablo nos impugna preguntándose por el método para “espulgar” en dicha historia, “para seleccionar lo que heredamos y lo que repudiamos”. “…la, historia, dice, no se resuelve escogiendo la parte que nos agrada, lo ´bonito´ y conveniente, habrá que cargar con ella y aprender”.
 El problema nos parece más complejo de lo que el camarada expone. De la historia mundial de los comunistas hay cosas, actitudes, hechos, pensamientos, concepciones con los que de manera radical y definitiva debemos ya deslindarnos sin dilaciones y sin silencios cómplices. De manera tajante debemos decir ahora mismo, ante la faz del mundo mexicano, y sobre todo de nuestra juventud, como dijo Lenin ante el sacrificio de su hermano: nosotros no vamos por ese camino. Nosotros rechazamos tales y tales acciones. ¡Somos otros! ¡Somos distintos! Y esto, por cierto, ni con mucho se limita a la crítica (importantísima)  que en los últimos años de su vida pudo  hacer el PCM. Nosotros no podemos quedarnos en el nivel en el que el Partido Comunista Mexicano espulgó su historia como parte del movimiento comunista internacional.
En este punto, Jardón cae en lo que critica, en la extrema sofisticación. “El edificio histórico del comunismo, nos dice, …terminaría siendo extremadamente barroco, con gárgolas terribles empuñando hoces y martillos siendo amadas y protegidas por querubines vestidos de proletarios, altares suntuosos y democráticas ágoras, foros abiertos a las masas y mazmorras en el sótano conectadas a campanarios celestiales desde los que, como una Babel extraordinaria, pudiera tomarse por asalto el paraíso para hablarle de tú a un Dios; un monstruoso y magnífico templo, con salones aislados y oscuros; un palacio destinado a la Revolución, algo derrumbado últimamente”.
Lo preocupante no es el tratamiento “sofisticado” de lo que ha sido y sigue siendo la idea y la práctica de un tipo de comunismo, con el que nosotros tampoco comulgamos. Lo grave es que puede pensarse que Juan Pablo deja de lado la urgencia que tenemos los que nos hemos atrevido a luchar de nuevo por el comunismo e incluso asumir de nuevo su denominación. La urgencia de dar a luz en nuestra voz, como materialización de una invariable voluntad y decisión, y en nuestra acción, la apertura y el tránsito de senderos radicalmente distintos a eso con lo que universalmente se asocia al comunismo que prevaleció (y lo sigue haciendo en muchos sentidos) en México y en el mundo entero. La tradicional pregunta, que un día temprano de su historia se hizo Lenin, es hoy nuestra impostergable interrogante: ¿A qué herencia renunciamos? ¿Qué herencia comunista reivindicamos? 
Estamos obligados a decir con nuestra palabra y nuestras acciones qué es ser comunista aquí y ahora, y sobre todo, estamos obligados a vivir como comunistas ya ahora. Y esto no se resuelve con la pura declaración de que se aspira a ser “el hombre nuevo” o, agregamos nosotros, “la mujer nueva”. Este es un problema tanto individual como “de clase” y es una cuestión de luchar por el comunismo no sólo formándose sino también siendo ya comunistas. El qué queremos no está desligado del cómo lo queremos y con qué lo queremos. Nadie que sea anti-democrático, y nadie que practique hechos de no-libertad puede construir una sociedad democrática y libre; nadie que en su vida presente no sea y practique hacia los demás la auto-determinación puede construir  una sociedad comunista. El futuro no existe como una situación que algún día se presentará; el futuro es presente construyéndose o no es futuro. Ya hay que ser comunistas, es decir, vivir como comunistas, para poder luchar consecuentemente por el comunismo. Ya el Manifiesto de Marx y Engels señaló que los comunistas representamos el futuro.
Ante nuestro planteamiento de que “…nuestra vida toda, del colectivo MCM y de cada uno de sus militantes, es una práctica y una vida de libertad, de combativa autodeterminación”, JPJ declara que la “práctica y (la) vida de libertad (es) un ideal –aún no como una realización material posible sino sólo deseable”.  Sabemos que ésta es una cuestión que debe discutirse. Pero nadie, en consecuencia, puede rechazar nuestros planteamientos, sino incluirlos en la necesaria reflexión. No olvidamos que ya desde 1846, Carlos Marx hablaba de los comunistas democráticos.  
Nuestro planteamiento es que somos comunistas porque no sólo aspiramos a, sino porque nuestra vida real es ya libre y autodeterminada, es decir, porque somos una negación radical y consecuente del capitalismo, de la explotación y la opresión. A esto Jardón pone objeciones y habla de la “necesidad inevitable de una práctica y una vida de libertad, como un ideal”, que se nos impone a algunos pocos “desde una posición no individual sino clasista”.
Aquí hay un doble equívoco. Primero, si no hay una condicionalidad material, es decir, si no se vive como comunista, no puede aparecer el “ideal” comunista. No puede ser que se viva como el capitalismo manda y se tenga un ideal comunista. Vivimos, sí, en un mundo de “valores fetichizados” (lo dice Juan Pablo) pero nosotros los comunistas no estamos fetichizados (lo decimos nosotros). Somos libres, los comunistas somos radicalmente anti-capitalistas porque somos humanos, porque somos des-enajenados; no sólo idealmente sino realmente. Los comunistas somos lo que pregonamos, somos lo que estamos construyendo; somos nuestra lucha, somos los métodos y las prácticas de nuestra lucha. Somos la lucha comunista. El ser comunista es nuestro modo de vivir.  El futuro está aquí en nosotros  (como comunistas, no como una sigla y no nada más los que integramos al MCM) o no hay futuro comunista. A esa representación se refiere el Manifiesto del Partido Comunista. En una carta de Marx a Kugelmann de julio de 1868, aquél suscribió que “el proceso del pensamiento (y de los ideales, decimos) nace de las condiciones, puesto que es él mismo un proceso natural, el pensamiento que realmente comprende debe ser siempre el mismo y sólo puede variar gradualmente conforme a la madurez del desarrollo, incluyendo la del órgano mediante el cual se piensa”. Si hay “condición” comunista, hay ideal comunista, y habiendo ideal comunista se sigue profundizando la condición comunista.
El otro equívoco es que el proceso hacia “la necesidad inevitable de una práctica y una vida de libertad” para JPJ no es individual sino clasista. Lo clasista, para empezar, no es opcional con respecto a lo individual y viceversa. La vida individual tiene un carácter clasista, y lo clasista se realiza individualmente también, no sólo en los conjuntos; por ejemplo, la vida individual es burguesa o proletaria. Pero, lo central es que los comunistas no podemos negar o desconocer la práctica y la vida de libertad individual en la lucha comunista. El “comunismo” y la práctica “comunista” soviética, lo negó, sobre todo en la etapa de la hegemonía irrestricta del stalinismo. En una carta a Annenkov, de diciembre de 1846, Marx señaló que “cada nueva generación se encuentra en posesión de las fuerzas productivas conquistadas por la generación anterior…, surge una conexión en la historia humana…Por lo tanto, se sigue necesariamente que la historia de los hombres nunca es otra cosa que la historia de su desarrollo individual, sean o no concientes de ello. Sus relaciones materiales son la base de todas sus relaciones. Estas relaciones materiales son sólo las formas necesarias en que se realiza su actividad material individual”. Y no es nada casual que los Elementos Fundamentales (los Grundrisse) tengan como “punto de partida” a los individuos.
JPJ dice que “cuando heredemos la casa la aceptaremos con cucarachas y ratones, limpiaremos y exterminaremos lo necesario, pero lo que hayan carcomido antes de nuestra llegada es parte de esa historia material constituida en la casa misma”. Si el símil de casa se refiere a la organización de los comunistas, Jardón está obligado a decirnos qué cucarachas y ratones acepta o, mejor, a la inversa, qué de la vida, de la práctica de los que antes que nosotros reivindicaron el comunismo rehúsa y niega categóricamente. Ese es uno de nuestros problemas vitales presentes, de cuya solución va a depender buena parte de nuestro futuro.
Quinta nota
Juan Pablo toca también el tema de la autodeterminación. Sostiene que “la autodeterminación de los comunistas  –como individuos dentro del capitalismo--  queda limitada al aspecto más íntimo de la vida, en el que todavía estará por definir en qué consiste la libertad anhelada”.
Confesamos nuestra imposibilidad para entenderle. ¿Por qué la autodeterminación queda limitada “al aspecto más íntimo de la vida”? ¿Qué es el “aspecto más íntimo de la vida”? Si la autodeterminación quedara limitada a dicho “aspecto”, ¿se vería reducida, se anularía? JPJ sugiere aquí “que se busque un cambio de redacción que posibilite tanto su mejor entendimiento como su aplicación”. De acuerdo. Pero que también él nos explique aquella aseveración y precise si su diferencia en este punto es sólo de redacción o de fondo.
 Él dice que la autodeterminación “no es un término totalmente aceptado, aunque Marx ya lo menciona repetidamente (los anarquistas modernos lo usan frecuentemente junto con auto-gestión, en ocasiones como sinónimo), también lo hace en términos de futuro, recurriendo a la definición primero de trabajo enajenado y, posteriormente, de alienación, para dilucidar cómo las relaciones sociales son determinadas por el capitalismo, como sistema al que habrá de destruirse para fundar con base en una situación material objetiva nuevas formas de pensamiento social que se le correspondan”.
Agradecemos esa explicación de cómo Marx, según JPJ, deriva el planteamiento de la autodeterminación; no la conocíamos y pedimos a Jardón nos señale en dónde Marx dijo eso.
Para nosotros, la teoría de la autodeterminación constituye una de las explicaciones fundamentales de Marx sobre el papel de los trabajadores  como constructores de su propia liberación; no como futuro, sino como la condición que está presente o en potencia (ínsita, dice Marx en los Elementos Fundamentales) en los trabajadores y que les convierte en la fuerza transformadora de su propia situación y la de toda la sociedad. Marx habla del doble carácter de lo social, del carácter histórico-natural. Y cuando se refiere al proletariado, a la clase obrera o a los trabajadores, recupera lo que en la Ideología Alemana comenzara a plantear (y llevara a un plano de mucha profundidad, en los Manuscritos del 44) como el ser genérico humano cuya especificidad con respecto a las otras formas de vida es que él no está determinado total y absolutamente por la naturaleza (el cosmos) como lo están, por ejemplo, los animales, sino que él es más humano mientras más auto-determinado es, mientras más él determina su propia vida; no vive por determinación ajena sino por determinación propia. Lo recupera, decimos,  llevando su figura fundamental en este tema (la bestimmungen), al fundamento mismo, inherente, del ser proletario como la fuerza productiva fundamental, en los términos siguientes: la emancipación de los trabajadores es obra de los trabajadores mismos, o, como dijo Engels: “la emancipación del proletariado por la transformación económica de la producción” (Engels, Apéndice a su traducción del Fragmento sobre el comercio de Fourier), puesto que la clase obrera es una fuerza productiva, la fuerza productiva fundamental de la actual sociedad,  que le implica ser, en sí misma, una clase que tiene y contiene la capacidad y la posibilidad de transformar su mundo auto-transformándose,  auto-emancipándose. Por eso el proletariado, en la teoría de Marx, en su presente lleva el futuro; es comunista por su naturaleza.
El tema de la autodeterminación debe ser estudiado a profundidad; es básico para conocer la teoría de Marx, por ejemplo, sobre el Partido revolucionario de la clase obrera (la vanguardia “externa” y la vanguardia “interna”), sobre la polémica entre Lenin Y Rosa, sobre el problema de la revolución  y otros temas cardinales.
Sexta nota
Hemos dejado al final cuatro consideraciones menores pero que ayudan a entender un poco el talante de la crítica de Juan Pablo.
La primera se refiere a lo siguiente. JPJ abre su escrito diciendo: “Ignoro cuándo y por qué motivo la propuesta  --muy aceptable por cierto--  presentada a la Comisión Ejecutiva por el camarada Florentino Jaimes se convirtió, de un documento muy general de tres cuartillas, en toda una declaración de principios con nueve páginas, con todo y citas del teórico francés… Garaudy, incluidas  como una interpretación teórica del fundamento científico  --no de su totalidad, por supuesto, pese a que ahí no lo aclara--,  que aunque correcta en lo general, no aporta dentro del contexto de construcción orgánica caracterizado desde la dispersión orgánica, política e ideológica que adoptamos como premisa inicial para convocar a este esfuerzo…”
El camarada Jardón altera los hechos (es decir, no los ignora). Él conoce bien, porque participó en ella, la historia del documento de cuya existencia ahora se dice sorprendido.
La primera propuesta de lo que se denominó Código de ética (el camarada Daniel Carlos García acuñó el término) fue presentado en la primera reunión de la Comisión Ejecutiva por Armando Martínez Verdugo, no por Florentino Jaimes Hernández. Ésta tuvo lugar el 18 de mayo; la presidieron Daniel Carlos y el camarada Paco. La Orden del Día fue propuesta por Armando, fue asumida y tuvo como primer punto el siguiente: Ideas mínimas para lograr un buen funcionamiento y operatividad de la Ejecutiva y de la CN (los otros puntos fueron el Balance inicial de la Asamblea para preparar un balance que la CE presentara a la reunión del 4 de junio de la CN; Elementos para elaborar el Plan de Tres meses –con la aportación del Camarada Chelis se amplió a los 4 meses--, Tareas inmediatas).
 Como se ve,  la propuesta no se refería a los principios. El texto (de cuartilla y media) de Martínez Verdugo se componía de una introducción y siete puntos; cuando lo expuso, hizo alusión al documento que Jaimes Hernández presentó en la sesión del domingo 15 de la Asamblea Constitutiva, y señaló que no lo traía consigo pero que sería importante recuperarlo; entonces, Florentino leyó su texto, al que hacía referencia AMV,  el cual se compone de trece puntos presentados en cuartilla y media; se comentaron ambas propuestas y la Ejecutiva acordó que Florentino y Armando redactaran una propuesta unificada y la presentáramos en la siguiente reunión de la CE. Ésta tuvo lugar el sábado 28 de mayo y la presidió Chelis (quien sí elaboró minuta, por lo cual existe testimonio escrito). La Orden del Día fue propuesta por Armando, se asumió y ésta tuvo como primer punto el documento conjunto que nosotros presentamos, ya con el título que sugerimos y como proyecto. Consta en la Minuta que la CE acordó trasladar la discusión sobre nuestro Proyecto a la reunión de la CN del 4 de junio. También acordó llevar una propuesta de Orden del Día para esta reunión de la CN (con el tema de los documentos como Primer Punto), la cual no fue sostenida por varios camaradas de la CE.
JPJ conoce bien estas vicisitudes del documento en cuestión. Así que en esto no hay cabida para la “ignorancia” que declara. Sabe perfectamente que los alcances del escrito no van más allá de lo que presentamos y discutimos en ambas reuniones de la CE. Así que no debe adjudicarnos intenciones que no tenemos.
 Lo hemos dicho y lo repetimos: no se trata de una propuesta de Principios y menos busca “revalorizar el pensamiento y la acción, la praxis, de los comunistas”, como nos señala Juan Pablo, deducción que no sabemos de dónde sale. Se trata de un proyecto, es decir, no se ofrece como concluido ni definitivo. Por lo demás, el camarada Jardón no debe seguir en la actitud de refutar una supuesta intención que él sí tuvo al presentarnos sus “Normas” en la Asamblea Constitutiva. ¿O es que sólo él tiene derecho a proponer normas?
A esto cabe agregar que la premisa inicial que adoptamos para convocar el esfuerzo de construir el MCM, no es sólo “la dispersión orgánica, política e ideológica”. Tal vez esa sea la premisa de la que partieron Juan Pablo y algunos camaradas. Pero existen otras consideraciones, como la que se refiere a que hay experiencia teórica, orgánica, política e ideológica, mínima pero suficiente, como punto de apoyo, en las diversas militancias que hemos concurrido para construir el MCM, como para darnos regulaciones e intentar ejercer ya elementos de conducción revolucionaria con sentido comunista de las actuales resistencias populares.
La segunda cuestión que deseamos precisar parte de otra aseveración de Jardón: cuando afirmamos que “El surgimiento y desarrollo del MCM reinicia una nueva fase”, JPJ pregunta: “¿Reinicia o es nueva?”
Aunque parece intrascendente la cuestión y hasta de simple cacología (eso de reiniciar algo nuevo), creemos que hay aquí algo para puntualizar que es significativo.
Muchos de nosotros no venimos de las filas del PCM, otros estuvimos en el PCM y salimos de él (incluso mediante expulsión), y hay quienes vivimos militancia en otros espacios. Varios cursamos una experiencia mediante el intento de construir una nueva organización revolucionaria al desprendernos de la original. Creemos que, cuando menos para varios de nosotros, de nuevo (por tercera o cuarta ocasión) estamos tratando de construir algo nuevo o diferente; por eso hablamos de reiniciar una nueva fase.
Esto es importante porque nos obliga a tener siempre presente que se está uniendo (en el MCM) una diversidad de historias, de capacidades, de experiencias, de posibilidades, de atributos, de costumbres, en fin, de culturalidades revolucionarias. Incluso, no debe descartarse que, en algún momento, hasta hayamos estado en campos que se rechazaban mutuamente y se cruzaban incriminaciones. Esta es una de las bondades del MCM y sus consecuencias son inmensas. En ello hay grandes oportunidades, importantes potencialidades, pero también riesgos y dificultades. Si tenemos consciencia de este estado de cosas nos será más fácil adoptar actitudes y disposiciones que ayuden, que cuiden el proceso. No tenemos derecho a fracasar; no debemos malograr nuestro nuevo intento, sobre todo porque el comunismo debe hacer significativos esfuerzos en México para ser confiable y creíble de nuevo.
Por estas razones, nosotros insistimos en dejar claras lo más posible algunas reglas de nuestra convivencia inicial.
La tercera cuestión se refiere al cuestionamiento que hace Juan Pablo a nuestra aseveración de que “Este nuevo proceso constituyente es histórico”. No entendemos sus argumentos, y seguramente tampoco a nosotros se nos ha entendido.
 Creemos que hemos abierto un proceso constituyente de una dirección revolucionaria con sentido comunista, es decir, no existíamos, tenemos una génesis, un origen, un surgimiento dentro y desde condiciones concretas de la lucha social y de clases en nuestro país y en el mundo, condiciones que, en mucho, son relativamente nuevas en el desarrollo del capitalismo mundial. Sobre esto debemos seguir trabajando como parte de aquel proceso constituyente. Luego, somos  movimiento, desarrollo, un devenir; no somos ya los mismos que concurrimos al Primer Encuentro de Socialistas ni menos aquellos que nos encontramos en Tacuba 53. Ni siquiera somos los mismos que realizamos la Asamblea Constitutiva. Somos una organización concreta, es decir, con temporalidad y espacialidad definidas, somos una unidad de una diversidad específica, determinada. Pero también, en y con nuestra actual existencia (que es ya lucha, movimiento, aunque sea pequeño y todavía no expresamente público ante la faz del pueblo mexicano y sus empeños de resistencia y lucha), somos posible porvenir, somos portadores de una posibilidad (y quizás también de una necesidad) de desenvolvimiento social en varios órdenes. Por eso afirmamos que el nuestro es un proceso histórico. Con esa afirmación (y que nos disculpe Jardón si le parece “grandilocuente”, de “decreto y mermador de los objetivos mismos que nos planteamos”) hemos contemplado nuestra idea de lo que es lo histórico.
 No logramos entender el cuestionamiento de Juan Pablo. Él sostiene: “el proceso histórico…se construye, se mantiene en ascenso hasta su auge y procede a su declive sumergido en la contradicción en lo que importa es el nuevo proceso histórico que surge de sus entrañas”.
La afirmación de que el proceso en el que nos hemos comprometido no es cualquier cosa, de que es altamente significativo, trascendental, nos debe ayudar, otra vez, a ser conscientes del desafío asumido. No decimos que sólo nosotros tenemos esa consciencia. Sí sostenemos que para resguardar esa importante tarea (la construcción de una dirección revolucionaria con sentido comunista) es conveniente contar con claridad explicitada y, mejor todavía, escrita sobre nuestras relaciones. Y a eso tiende nuestra insistencia en discutir el proyecto sugerido.
Finalmente, JPJ nos propone una corrección a la que no objetamos. Pero su propuesta revela, creemos, que el camarada acudió a efectos polemistas en su crítica y obvió el contenido central de algunas de nuestras propuestas.
A nuestra consideración de que basamos nuestra lucha “en nuestra rectitud y celo en el cumplimiento de los compromisos que adquirimos con el pueblo y con los revolucionarios. Somos inflexibles en lo que atañe a los intereses y los valores de nuestra gente, somos orgullosamente incorruptibles”, Juan Pablo (además de derivar de nuestra declaración que “deberíamos fundar una congregación dedicada al martirio y la contemplación del séptimo mandamiento divino”), cuestionó que dijéramos “nuestra gente”, y propone que en lugar de gente  digamos “las masas o la clase obrera”.
 Esto nos recuerda aquella ocasión en la que se frustró una coordinación política importante y se usó como argumento el que algunos camaradas usaban palabras como “los pobres”, la “revolución pobrista”.
 Hay quien, como Che Guevara, usó la palabra gente sin que ello mermara el contenido de lo propuesto. Por ejemplo, dijo: “…nosotros no podemos ser hijos de la práctica absoluta, hay una teoría…ahora inventar la teoría totalmente a base de la acción…es un disparate, con eso no se llega a nada y hay una teoría elaborada por gente que han tenido una capacidad realmente asombrosa, porque la capacidad que tuvo Marx…es algo realmente admirable…y la capacidad de Lenin…es algo también de una altura enorme” (la cita está en un texto de Néstor Kohan de 2008). Engels usó dicha palabra: “los obreros…fueron derrotados y no tuvieron siquiera fuerza para obligar a la burguesía a elegir por lo menos gente avanzada” (Carta de Engels a Marx del 11 de junio de 1863). Marx hablaba de el populacho  (Carta de Marx a Engels del 11 de febrero de 1865). Ambos usaron en repetidas ocasiones dicha palabra: “Esta es la misma gente que no sólo no hace nada, sino que también trata de impedir que ocurra cualquier cosa”; “la misma gente  que quiere confiar la historia dentro de su estrecho horizonte pequeñoburgués” (Borrador de la carta de Marx y Engels a Bebel y otros, de mediados de septiembre de 1879).
+ + +
En las filas de nuestro naciente MCM ha sido abierto un debate. Enhorabuena.  Ojalá y no se le ignore y menos se le banalice. La preparación de nuestro Primer Congreso Nacional y su misma realización deben sostenerse en un intercambio de ideas y de propuestas. El Boletín Interno puede ser un vehículo ideal para nuestra retroalimentación de conceptos y de sugerencias. Este debate, aunque se esté dando no con la profundidad que quisiéramos, no estorbará el cumplimiento de nuestro Plan de Cuatro Meses; más bien, favorecerá su mejor realización.
Cuando decidimos elaborar estas Notas sobre la crítica que nos presentó el camarada Juan Pablo Jardón, pensamos que no podíamos darle el silencio por respuesta. Lo escrito por Juan Pablo merece el respeto de todos y este respeto se expresa respondiéndole, polemizando con él, y atendiendo sus críticas y reclamos. De ahora en adelante, los militantes del Movimiento Comunista Mexicano debemos estar seguros que ningún esfuerzo nuestro caerá en el vacío. Cuando menos siempre haremos el esfuerzo para que sea así.
La forma en que lo hizo él, la forma en que lo hacemos nosotros, debe cuidarse; todos estamos obligados a ir puliendo nuestra manera de comunicarnos entre camaradas. Pero lo significativo, sobre todo, es el contenido de lo propuesto. Hace ya más de un siglo, Carlos Marx decía de un debate: “…es brutal y sutil (combinación que debiera hallarse en toda polémica digna de este nombre)”.
 Sabemos bien que nuestras Notas nada tienen de perspicacia, agudeza e ingenio, como lo pedía Marx (ser sutil, decía), más bien han sido toscas y sin pulimento (brutal, dijo El Moro). Pero de ellas puede decirse que tienen el claro propósito de contribuir a que el esfuerzo de la gran promesa que es nuestro proceso constituyente alcance victorias de las que tan necesitado está nuestro pueblo.
Quede aquí, finalmente,  nuestra reiteración de que, tal como lo expresamos en el encabezado de nuestra propuesta, se trata de un proyecto, no de un documento acabado; una propuesta que, como todas, está sujeta a un enriquecimiento, al igual que lo estará el texto que sobre la misma cuestión resulte del Primer Congreso Nacional, que deberá ser temporal y podrá perfeccionarse siempre con críticas constructivas y no mediante dictámenes destructivos como lo es, en general, el juicio del camarada Juan Pablo Jardón, excepción hecha del penúltimo párrafo de su texto en el que sugiere una alternativa a nuestra redacción.
                                                       México, D.F. junio de 2011.



ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE EL DEBATE EN CURSO
CARTA A JUAN PABLO JARDON
Por Rodrigo Justiniani Ibarra (Tamaulipas)
Recibí en días pasados un documento titulado “Acerca del documento de valores” fechado el 3 de junio del 2011, al parecer de tu autoría;  tiene la firma de Juan Pablo Jardon.
No tengo el gusto de conocerte, no tengo mayor información sobre tu trayectoria política o elaboración teórica, asumo sin embargo por la forma en que redactas, por el lenguaje y los conceptos utilizados, que eres un militante con una larga trayectoria en las filas del movimiento comunista mexicano. En tu texto se expresan una serie de desacuerdos con la propuesta de Armando Martínez Verdugo y de Florentino Jaimes difundida bajo el título de “Código de Ética del MCM”. Entiendo, entonces,  que ambos documentos son expresión de un esfuerzo de construcción del andamiaje teórico-político de dicho movimiento, y que este esfuerzo  nos convoca a quienes nos inscribimos en él, a participar en la polémica que tu texto inaugura y en la definición del rumbo por el que queremos transitar.
En esa perspectiva va la presente, son reflexiones hechas con la intención de aportar a la construcción de un camino común, agradezco en ese sentido la oportunidad que esta polémica nos da para revisar nuestras propias ideas.
I
La primera impresión que tu texto me provoca es de rechazo. Me parece que tu crítica, aunque revestida de un lenguaje rebuscado, se mueve más en el terreno de lo superficial, de la forma, que de los contenidos del documento que intentas desmenuzar; en realidad veo tu “crítica” como una pataleta, una rabieta,  cargada de profundo celo político.
El párrafo primero no deja lugar a dudas. Dices que la propuesta de Armando y Florentino es “muy aceptable” y agregas “correcta en lo general” pero, afirmas al mismo tiempo que  se contrapone, tanto en lo formal como en su contenido político,  con otras 4 ó 5 propuestas ya presentadas ¿Qué sentido tiene entonces irse a las formas? ¿Por qué no le entras al fondo del asunto, a lo que llamas “el contenido político”? ¿Temes que tu propuesta “de principios” no sea considerada?
No conozco, tampoco,  la trayectoria ni la elaboración teórica de Florentino, pero sí la de Armando y creo que desperdicias tu pólvora en infiernitos.
En algunos textos de Armando se contiene una propuesta de revolución. La piedra de toque, el punto de partida de esta propuesta es su concepción del poder y de la autodeterminación social. No son estos conceptos “o categorías” que simplemente “vistan” un texto, menos aún “términos” ajenos a los que sólo se recurra de manera deshonesta  para dar forma a una argumentación. Son, insisto, un punto de partida de una teoría de la revolución sustentada no sólo “en el estudio” sino en una praxis de transformación social, de organización política que cumple ya varias décadas. Conviene entonces darle un entre al tema de fondo; no andarse por las ramas.
II
Tienes razón cuando dices que en este nuevo esfuerzo coinciden muchas vertientes, una diversidad de corrientes e interpretaciones y, por lo mismo, no la tienes cuando las calificas, o descalificas,  a todas como inoperantes, menos aún cuando pretendes imponer como punto de partida de todos “la dispersión, la debacle, la derrota, la desestructuración del marxismo organizado”. Tal puede ser tu punto de partida, no el mío y estoy convencido que tampoco es el punto de partida de muchos otros compañeros de otras vertientes (los informes que nos llegan nos dicen que camaradas muy valiosos se han incorporado al MCM) y de otros estados de la República.
En nuestra diversidad está sin duda una de nuestras fortalezas. La necesidad política de engarzar nuestros múltiples esfuerzos de organización, de articular las múltiples resistencias es para algunos de nosotros una meta, una tarea, no el punto de partida; vamos a ello desde una valoración distinta del momento actual y la táctica, desde una concepción distinta y una práctica distinta de la revolución “comunista”. ¿Por qué crees que son tu práctica y tus concepciones las nuestras, que son tus limitaciones las nuestras?, ¿que son tus fracasos y derrotas los nuestros?
Si bien como tendencia general formamos parte de un mismo torrente, es un hecho que provenimos de muy diversas expresiones, hay necesidad entonces de reconocer este hecho, para ponernos de acuerdo. No hay una matriz común, no nos forjamos en la misma escuela del pensamiento, no fueron los manuales del PCUSS, o los Cuadernos Rojos de Mao la fuente en que algunos de nosotros abrevamos, no fue un dogma lo que yo aprendí.
Yo no soy marxista en el sentido en el que tu lo eres,  me forjé como muchos otros en la lucha contra las prácticas y las concepciones de los viejos partidos comunistas; formo parte de una generación que creció bajo el impacto de las grandes movilizaciones del 68, que vivió de cerca la oleada represiva de la guerra sucia contra la insurgencia popular en los ya lejanos años 70, soy miembro de esa generación que bajo el influjo de la revolución Cubana y la lucha contra las dictaduras en el continente quiso seguir los pasos del Che, Mariguela, Camilo Torres, Miguel  Enríquez, Mario Roberto Santucho, Raúl Sendic, para construir un camino propio de transformación social .
También como muchos otros, vi en las grandes movilizaciones que derrumbaron la “Cortina de Hierro” la oportunidad de una nueva oleada revolucionaria, la confirmación de la ruta seguida y el nacimiento de una nueva esperanza. Hice mía en buena parte la reflexión teórica que le acompañó. No asumo en ese sentido, menos aún reclamo (pero no condeno a quienes sí la reivindican), herencia histórica alguna de lo que se conoce como tradición de los comunistas (distinta a la inaugurada por Marx, Engels, Lenin y que en nuestros tiempos está representada por el Che Guevara y otros líderes revolucionarios); casi nada hay en la edificación de los viejos partidos comunistas, estalinistas casi todos,  que haga mía,   ni una piedra, ni una cucaracha, ni un ratón, todo ello es tuyo, puedes quedártelo. No trates siquiera de repartírnoslo, hace mucho renunciamos a ello. En la lucha contra alguna práctica y algunas concepciones de los viejos partidos comunistas nos forjamos algunos y se forjaron muchas generaciones de luchadores sociales, esta lucha alimentó nuevas perspectivas de revolución en este continente.

III
Las palabras tienen un significado no sólo en sí mismas; tienen un significado para quien las emite y para quien las escucha. Hay también una carga histórica en ellas que rebasa muchas veces la intencionalidad de quien las pronuncia. Para las nuevas generaciones, para muchos jóvenes de hoy el comunismo tiene un significado distinto al que tuvo para ti, o para Marx cuando asumió esta denominación. Es una carga negativa la que hoy pesa sobre este concepto, no representa la vida, sino muerte, no significa libertad sino encierro, no les habla de  democracia sino de un ejercicio autoritario del poder. Reivindicarse comunista hoy reclama entonces un compromiso mayor para dotar de nuevos contenidos, de nuevos significados un concepto, un proyecto duramente combatido, vituperado,  deformado  por el capital y sus personeros en el plano mundial.
Personalmente me cuesta asumir esta denominación, creo que coloca nuevos obstáculos, levanta nuevas barreras de modo innecesario en la construcción de nuevos vínculos con grandes sectores de la sociedad, en la construcción de este proyecto. Pero asumo que esta denominación nos coloca de frente al antagonismo fundamental, a la contradicción fundamental de esta sociedad, representa un reto y reclama de quienes asumimos este reto un comportamiento, un discurso, un modo de hacer y conducir que marque la diferencia con quienes hasta hoy se han reivindicado herederos históricos de esta perspectiva del movimiento social.
Hago mío, entonces, plenamente el contenido fundamental del  documento presentado por Armando y Florentino, su convocatoria a la construcción de una dirección revolucionaria con sentido comunista,  su reivindicación de que al luchar por relaciones humanas radicalmente antagónicas a las relaciones capitalistas asumimos de manera plena que el futuro se construye en el presente, que el objetivo que queremos alcanzar está indisolublemente ligado al modo en que lo queremos alcanzar, a los pasos que damos para realizarlo. Con ello  nos deslindamos de quienes dicen que el fin justifica los medios, de las prácticas priistas que el perredismo y una buena parte de “la izquierda” han hecho suyas y permean las relaciones entre sus bases.
Estoy convencido que hay necesidad de dotar de un mayor contenido ético nuestro actuar político, que hay una necesidad mayor de coherencia en nuestro accionar, lo que decimos debe corresponder a lo que hacemos. No basta reivindicarse comunista o revolucionario, hay que actuar como tal y parecerlo, cultivemos en nosotros aquellas cualidades que hicieron de los grandes líderes revolucionarios el ideal, la guía que muchos quisimos seguir.
Te invito a asumir con humildad tus propios dichos: “los adjetivos y descalificaciones no ayudan”. La refundación del proyecto comunista reclama nuevas bases, las exige sobre todo de quienes, como tú, se formaron en un ajuste de cuentas con la experiencia cursada; conoces ya sus resultados. ¿Crees en serio que vale la pena transitar por la misma ruta? Pese a algunos desencuentros, creo que Armando proporciona hoy claves no despreciables para andar en estos tiempos y alcanzar un México más justo, más humano, más digno. Date sin prejuicios la oportunidad de conocerlas.
Te agradecería la oportunidad de conocer tus propuestas. Espero tu respuesta.
                                                                                                          


MOVIMIENTO COMUNISTA MEXICANO
ACERCA DEL DEBATE SOBRE LOS VALORES Y PRINCIPIOS DEL MCM
Héctor M. Barrera.
Para construir un edificio, hay que comenzar por los cimientos. Bienvenida la propuesta de los camaradas Armando Martínez y Florentino Jaimes sobre valores y principios de los militantes del MCM. El documento aporta un conjunto de propuestas que pueden contribuir a orientar aquello por lo que estamos dispuestos los comunistas mexicanos a luchar y qué es lo que nos guía para ello.
No veo el documento como algo terminado; más bien me parece que es un documento que, en todo caso puede ser perfectible, pero sirve para comenzar a caminar.
¿Qué se tiene que debatir y para qué de la propuesta de Armando y Florentino sobre los principios y valores de los militantes del MCM?
En relación con el punto 1, sobre la reivindicación del “patriotismo revolucionario”  a mi juicio, también habría que reivindicar las contribuciones de Hidalgo y Morelos en la guerra de Independencia; de Juárez  en la Reforma, de los hermanos Flores Magón, Emiliano  Zapata, Francisco Villa en la Revolución y de Lázaro Cárdenas en la construcción de los cimientos de nuestra Soberanía Nacional, como figuras principales. Sobran los calificativos (el egregio Benito Juárez, p.e.).
En este punto están ausentes lo indígenas y sus legítimos intereses como pueblos originarios, creo que deben incluirse; después de todos, ellos conformaron el grueso de las masas  que fueron causa y razón de la Independencia y de la propia Revolución.
Del punto 2 sobre el internacionalismo proletario, discrepo del señalamiento sobre que  “la clase obrera mexicana sea portadora de la misión histórica de sustituir a la minoritaria clase burguesa”, creo que la misión histórica de la clase obrera, el proletariado, es la de construir una sociedad nueva, diferente que sustituya a la vieja sociedad burguesa, no solo a la minoritaria clase burguesa. Dice Marx “Si en la lucha contra la Burguesía el proletariado se convierte indefectiblemente en clase; si mediante la revolución se convierte en clase dominante y, en cuanto clase dominante, suprime por la fuerza las viejas relaciones de producción, suprime, al mismo tiempo que estas relaciones de producción, las condiciones para la existencia del antagonismo de clase y de las clases en general, y, por tanto su propia dominación como clase.” (Manifiesto Comunista). Es decir, su  misión debe ser la de abolir las clases sociales y las condiciones de dominación que de ello se derivan.
Dice la propuesta “El MCM propugna la paz mundial, rechaza las invasiones imperiales y las guerras y se opone a los bloques militares constituidos en gendarmes del mundo”  La postura del MCM frente a la guerra debe ser categórica; debe plantear claramente que esta contra la guerra y la carrera armamentista contra toda política que suponga la intervención imperialista en cualquier otro país, debe pronunciarse por el respeto a la libre autodeterminación de los pueblos.
En el punto 5, además de lo señalado, debe incluir también la autocrítica, no solo la crítica, como base de la práctica revolucionaria de los militantes del MCM.
Del punto 6 sugiero suprimir la frase “o presenta mayores ventajas”. A no dudar, el pensamiento colectivo es superior al pensamiento individual.
En el punto 7 agregar al final del primer párrafo, después de juicio propio  que, “en todo caso, admitida la discrepancia, se espera se sustente suficientemente la misma.
Del punto 12 no coincido en el termino momento profético. Estoy convencido de que del estudio científico de la realidad los comunistas debemos adquirir la capacidad de prever los acontecimientos por venir; es decir, la observación sistemática y el estudio metódico de la realidad nos permitirá anticiparnos, la mayoría de las veces, a lo que vendrá. Propongo se suprima el primer párrafo y se deje desde “El fundamento…hasta propone sobretodo transformarla”
Acerca del documento del camarada Juan Pablo Jardón, señalare lo siguiente:
No pretendo descalificar el documento, pero tampoco comparto la intención descalificadora del mismo respecto del otro, en todo caso me parece un intento por tratar de sistematizar algunas ideas sueltas que buscan abrir un debate sobre asuntos del pasado que falta aclarar. Sin embargo, creo necesario llamar la atención sobre algunos planteamientos que merecen aclararse.
Cuando del camarada Jardón cuestiona la cita de Roger Garaudy al no aportar dentro del “contexto de construcción orgánica desde la dispersión orgánica, política e ideológica que adoptamos como premisa inicial para convocar este esfuerzo”  no deja claro a qué se refiere; por lo menos yo no lo entiendo.
Por otro lado, no encuentro en la propuesta de los camaradas Armando y Florentino el señalamiento de que se trate de un “proyecto final de Declaración de Principios obligatorios dictados desde una posición de dirección política”. Me extraña sobremanera esta afirmación del camarada Jardón; de entrada me parece que esconde una pretensión de descalificación a priori de un documento que habrá de discutir nuestro Primer Congreso, entre muchos otros que seguramente se presentarán. Que el tipo de militante que se dibuja en el documento sobre valores no coincida plenamente con “la contextura de construcción del MCM” no significa, a mi juicio, que no debamos  aspirar a hacer un esfuerzo por ser consecuentes con el tipo de valores que ahí se mencionan y que debiera tener todo comunista revolucionario.
¿A qué se refiere el camarada Jardón con eso de “desestructuración del marxismo práctico y de comunismo organizado local y mundialmente”?  Que yo sepa, ni en los países más avanzados del llamado socialismo real se alcanzó el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas  y de la sociedad que supone el comunismo; de ahí que me parece que decir la “desestructuración del comunismo local y mundialmente” resulta una frase inconexa con una autocrítica que sigue haciendo falta respecto del fracaso, en muchos sentidos, del socialismo existente hasta fines de los 80’s. 
Al insistir en la ausencia de una línea política; que por cierto debiéramos estar trabajando, Jardón señala que al no existir ésta como punto de partida, el ejercicio propuesto sobra. La verdad es que, en efecto, no tenemos aún una línea política, lo que no significa que no podamos darnos un mínimo de criterios y valores para normar nuestro comportamiento como militantes del MCM. Me parece que no somos improvisados ni principiantes; la mayoría de los miembros de MCM venimos de luchas pasadas y presentes y no desconocemos lo que se está planteando en el documento en cuestión. Continúa señalando el camarada Jardón  que “ la carencia de una caracterización correcta y lo más completa posible de la realidad actuante, de las crisis del capitalismo y sus efectos en la vida cotidiana de la Clase Obrera y el Pueblo, del modo en que se generan las resistencias y como son mediatizadas por el régimen y el sistema –e idealizadas o utilizadas por los militantes de la izquierda fetichizada- nos lleva a un basismo extremo e ingenuo…”  
Me parece que éste es el punto; en efecto, cualquier esfuerzo de construcción que hagamos los comunistas, debe partir de una correcta interpretación de la realidad; debe apuntar hacia la elaboración de una caracterización correcta del momento en que se encuentra la lucha de clases; de los recursos que utiliza la burguesía para mediatizar a la clase obrera y a sus intelectuales orgánicos y de lo que a los comunistas nos corresponde hacer;  pero todo esto deberá formar parte de la línea política, no de los principios. Pero además, no creo que alguien esté pensando en un “basismo extremo”, pero sí creo que si no logramos convencer a los trabajadores de nuestras propuestas y de la necesidad de su organización, para impulsar una transformación radical de la realidad, confrontando ideológica y prácticamente a la burguesía y su Estado, no lograremos nuestros objetivos de alcanzar una sociedad autodeterminada.
Estoy convencido de que el  debate debe centrarse, por un lado, en la necesidad de hacer una correcta interpretación del momento por el que pasa la lucha de clases; de los actores principales que la protagonizan y las formas de organización que asume cada uno ellos, y por el otro lado, las propuestas y formas de organización que vamos a plantear a los trabajadores del campo y la ciudad; a los diversos sectores de la sociedad, para enfrentar a los opresores y a todo ese sistema ideológico y político que han creado para mantener enajenado y sometido al proletariado en su conjunto.
El documento de Jardón sigue abundando en descalificaciones que me parecen innecesarias; sobre todo porque la propuesta de Armando Martínez y Florentino Jaimes buscan cumplir con una tarea de la asamblea constituyente. Creo que nos falta mucho por andar; aún es mucho lo que necesitamos construir como para quedarnos en un debate que no resuelve lo fundamental.                      
  Julio 2011

5 comentarios:

  1. CAMARADS, ME GUSTARIA PATICIPAR EN EL MOVIMIENTO
    DEJO MIS DATOS.
    LUIS ALFONSO
    NUMD CEL: 0445537039329
    EMAIL:luiscalderon1978@hotmail.com
    ESPERO PRONTA RESPUESTA.

    ResponderEliminar
  2. Discutan problemas del día: SME, Sindicato minero, Mexicana de Aviación, Copala, nahuas de Jalisco, penalización de aborto, Camila Vallejo y el movimiento estudiantil chileno, PAME griego, CGTP y comunistas peruanos... no "problemas" inventados.
    Salud y discutan...en serio.
    Cuauhtémoc Numarán

    ResponderEliminar
  3. Agradecemos su consejo crítico en relación a nuestras discusiones internas, que luego hacemos públicas. Haremos todo lo posible por corregir y discutir "en serio" como usted nos indica. Sobre los temas que usted nos llama a reflexionar le aseguramos tener una posición que nos gustaría compartir con usted. Tomo el asunto del SME. Para nosotros, la cuestión de fondo se relaciona con las sustanciales transformaciones que están ocurriendo en la contradicción capital-trabajo, es decir en la producción de plusvalía, ligadas con el revolucionamiento científico-técnico y más precisamente aún, con la introducción de la fibre óptica en la producción de energía, lo cual lleva a remplazar trabajadores por nuevas herramientas de trabajo. El cierre de Luz y Fuerza es el equivalente al cierre de ferrocarriles nacionales y la liquidación de miles de combativos ferrocas. El golpe al Sme, naturalmente, se liga también con la necesidad de la burguesía de eliminar núcleos básicos de potencial insurgencia popular. Nosotros apoyamos con nuestra presencia activa la iniciativa de conformación de un Partido Obrero, lanzada por el SME y otras fuerzas. Desde su inicio hemos estado presentes en este trabajo y hoy varios de nuestros militantes foman parte de los órganos nacionales de la OPT. Si usted continúa con su comunicación, podremos intercambiar opiniones sobre los otros temas a los que hace referencia su crítica y sobre otros más. Por cierto, nos gustaría saber, en lo posible, quién es usted, y de dónde le viene su preocupación sobre temas tan trascendentales. Saludos.

    ResponderEliminar
  4. PARA CUAUHTEMOC NUMARAN
    ¿Que hay mas actual que el debate sobre los contenidos de la lucha que debemos desarrollar? muchos son ciertamente los problemas que vive nuestro pueblo, compleja es nuestra realidad, por ello el esfuerzo esta colocado en encontrar la punta de esta madeja, el hilo conductor de un esfuerzo serio de transformacion social, para catarsis, para decir pendejadas estan los demas blogs, ¿la ausencia de una direccion revolucionaria es un problema inventado?, la division, la dispersion de esfuerzos, la desarticulacion de las multiples resistencias de que hablas ¿son un problema inventado o un problema que debemos resolver? porque del otro lado, del lado del bloque en el poder si hay organizacion, si hay una coordinacion si hay una iniciativa en curso, en todo caso seria imortante nos dieras tu propio punto de vista sobre lo que aqui planteamos, queremos construir un nuevo rumbo no repetir la cadena de errores que llevaron a la izquierda a nivel mundial al fracaso de los esfuerzos de construccion de un mundo mejor, QUEREMOS RECUPERAR EL DEBATE, LA INVESTIGACION MILITANTE, LA LUCHA IDEOLOGICA, como herramientas de construccion de una nueva oleada revolucionaria, hay el bagaje teorico y la experiencia politica suficiente ¿le entras o prefieres recrearte en los problemas?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hay algo en Zacatecas???? coyote_zac@hotmail.com

      Eliminar

Nos interesa tu comentario: