domingo, 1 de mayo de 2011

COLECTIVO DE REFLEXIÓN EN LA ACCIÓN

SEGUNDO ENCUENTRO DE LOS SOCIALISTAS

SOBRE EL LLAMADO PROBLEMA DE LA IZQUIERDA
La cuestión cardinal, de la que depende el triunfo completo y verdadero del actual proceso popular de liberación, reside en la dirección revolucionaria con sentido comunista. Llamamos dirección revolucionaria con sentido comunista  a la práctica organizada y planificada (desde una perspectiva anticapitalista y humana) de caracterización del desarrollo de las contradicciones actuales de la sociedad mexicana, del nivel efectivo de conciencia y organización del proletariado y los oprimidos, por un lado. Por otro lado, esta dirección se realiza como construcción de las líneas de combate (o la respuesta concreta del famoso ¿Qué hacer?) y de edificación de las fortalezas organizativas capaces de abrir paso a una sociedad mexicana completamente liberada y en situación de bienestar auténticamente humano. La dirección revolucionaria con sentido comunista se ejerce por núcleos de combatientes de vanguardia que, dentro de una rica variedad de formas, actúan con coherencia, con cohesión y con una determinada organización que prefiguran las relaciones humanas que se busca construir. Este es el abece de la práctica histórica comunista.
Esa dirección  no existe hoy, y su forja es la urgencia mayor del momento actual mexicano. Son diversos y difíciles los problemas de su construcción, pero todos son irremplazables e ineludibles. En la medida en que las organizaciones que contenemos en embrión la posibilidad de construirla, no le hemos dado la atención prioritaria, el movimiento popular, pese a sus importantes jalones de resistencia, sigue, una y otra vez, siendo derrotado.
A continuación exponemos algunos de los dilemas y retos que, creemos, deben ser enfrentados para solventar aquella histórica tarea. Al plantearlos, proponemos darnos el tiempo necesario para discutirlos y solventarlos. Nadie de nosotros tiene la solución completa, Entre todos busquemos y encontremos esa salida.
  
I.                ¿Existe hoy una cuestión más urgente e ineludible que la cuestión de la dirección revolucionaria?
Es preciso asumir que hoy el problema de problemas de la revolución en México estriba en lo que impropiamente hemos aceptado llamar el problema de la izquierda. Este problema se sustenta en tres realidades. Primero, se basa en que el movimiento popular no ha podido ni podrá dar los pasos necesarios para convertirse en el verdadero ejército político de la revolución, único que puede derrotar al Régimen, si no cuenta con su dirección de vanguardia; segundo, el movimiento popular, de muy diversas maneras, está urgido de una conducción revolucionaria  que, de manera eficaz, sustentable y enérgica, ayude a su desarrollo victorioso. Esto revela que se trata de un problema necesario no de algo fortuito  y contingente. Tercero, se sustenta en que dicha conducción revolucionaria sólo existe de manera potencial.
II.              ¿Los revolucionarios anticapitalistas mexicanos, estamos completamente liberados de la enajenación burguesa como para ser factor coadyuvador de la liberación? Nosotros creemos que no. Pensamos que hemos abandonado o debilitado en extremo la permanente tarea de la crítica y el deslinde con respecto a la política, a la ideología, a la cultura y a la moral del enemigo. La praxis plena de varias organizaciones que se ubican en el campo de la llamada izquierda revolucionaria, está preñada, por decir lo menos, de liberalismo en política y de positivismo en filosofía. Ha sido abandonada la permanente labor de construir las teorías, la filosofía, la concepción, la culturalidad, la eticidad de la revolución comunista en México. Sí se estudia, pero más se lee; sí se teoriza pero más se reflexiona por la pragmática acción del día a día, del trajinar con la sobrevivencia y el problema existencial como grupo y como personas.  Desde lo más elemental, que es la ubicación del problema como de la izquierda, puede verse cómo se obnubila el fondo de la cuestión. Desde una postura anti-capitalista consecuente y, mejor todavía, desde una perspectiva comunista, el problema no debe tratarse como de izquierdas  o derechas, pues este es un enfoque liberal que, sin desconocerse, no puede asumirse por los comunistas. Desde  la perspectiva que maneja el problema como de las izquierdas,  se llega a asumir que hasta el PRD es izquierda o que lo son una serie de políticos venales. El problema real debe recuperarse y plantearse como la cuestión de la dirección revolucionaria con sentido comunista o, si se quiere, de la vanguardia o la organización comunista del movimiento proletario y popular existente. Este es el contenido de lo que, en la tradición de la obra de Marx y Engels, en la herencia recuperable de Lenin y de los constructores de teoría y de práctica revolucionaria anticapitalista (con los adjetivos o pensamientos que se agreguen) se denota con la categoría teórico-política partido revolucionario del proletariado. Claro está que lo importante, evidentemente, no es la palabra, sino la categoría, esto es, el contenido esencial que se tiene en mente y en la práctica. Pero, yéndonos al extremo más grave, la influencia determinante o muy fuerte de la cultura y el pensamiento burgués, se observa en la práctica política que campea en varias  de las organizaciones de la llamada izquierda revolucionaria. En los esfuerzos que todo comunista debe hacer para enraizar en las masas, la actitud y la práctica política ante el movimiento espontáneo deben problematizarse de manera permanente y contundente. Es innegable que ante las dificultades que ofrece el surgimiento y desarrollo del movimiento espontáneo (sobre todo de la clase obrera), como resultado directo de la acción enajenadora y desorganizadora de la burguesía, pero más aún de la ausencia de la dirección revolucionaria, ha tenido lugar la adopción, por parte de varios agrupamientos, de una cultura y una práctica asistencialista, protectora, de amparo y de servicio (casi de beneficencia), con el argumento de que “no podemos dar sólo royos  a la gente sino ayudarle ya a mejorar su situación”; así se ha entrado a la batalla clientelar y corporativa priista-panista. Por este camino, se ha asumido que los revolucionarios debemos crear movimiento espontáneo, y se ha asumido el papel de gestores ante el Estado y de tramitadores de apoyos estatales a sectores populares. No podemos seguir de frente ante esta situación, que está bañada de estatismo, de clientelismo, incluso de caudillismo “revolucionario” y de corrupción. En este campus de acción, cada agrupamiento cuenta con su respectivo cacique y el problema de la hegemonía se opera sobre la base del patrimonio físico o de la potencia económica que tenga la organización. El examen crítico de este estado de cosas es un reto que no debe postergarse. Por otro lado, y como otra cara de la misma enajenación burguesa que se sufre al seno de varios espacios de la mal llamada izquierda revolucionaria, existe el problema de lo que podemos denominar la “fiebre del hueso”, el ansia de ocupar un cargo estatal, como sinónimo de “tomar el poder”, sobreponiendo esto, de hecho, al interés del avance socio-político de las fuerzas políticas de la nueva revolución. 
III.            ¿De qué magnitud es la dificultad para superar nuestra situación? Al enfrentar este impostergable problema, debe reconocerse que como proyecto y concepción, y consecuentemente como praxis, la vanguardia,  o el partido comunista, tiene sobre sí una fuerte dosis de descrédito del que no podrán sacarle ni un “voluntarismo bien intencionado” ni un “objetivismo desapasionado y riguroso”. En México, y parece que en todo el mundo, se han agotado muchas intenciones revolucionarias comunistas, se han fatigado luchadores por el comunismo otrora incansables y perseverantes, se han marchitado discursos elocuentes sobre la vanguardia o el partido comunista. En este sentido, muchos héroes de la América insurrecta parecen estar cansados y un discurso y una visión liberal les ha atrapado, así como una actitud pragmática y utilitarista. No nos referimos, claro está, a esos que miran al mundo y no lo ven más que a través de dogmas y de certezas incuestionables, para quienes el problema no existe sino como persistencia en lo mismo. La denominación o la sigla no hacen de la vanguardia  una realidad. Hay que sostener argumentaciones, bases y razones muy fuertes, justificaciones y valores muy convincentes y muy puestos a punto con las actuales mentalidades y culturas de nuestro pueblo, para hacer de la vanguardia comunista una esperanza, un deseo y un proyecto propio, que las masas reconozcan y quieran. Este es un aspecto definitivo en lo que impropiamente se ha dado en llamar el problema de la izquierda.
IV.           ¿Cuál es la causa? ¿Cuál el efecto? Es indudable que la situación por la que pasa la clase obrera mexicana, y por la que cursan los trabajadores y los explotados y oprimidos de México tiene causas y razones objetivas y subjetivas, como suele decirse. Hay que hurgar muy hondo en la historia de las clases y de la lucha de clases para hallar el camino explicativo, interpretativo y de transformación de aquel estado que guardan las fuerzas motrices y dirigentes de nuestra próxima revolución. Pero hay que dedicar mucho tiempo a pensar en nosotros mismos como revolucionarios, a pensarnos como causa y efecto de aquella situación. Hay que seguir una senda retroactiva y recursiva, en la que nos veamos como productos de esta historia, de esta cultura, de esta confrontación histórica, al mismo tiempo que como productores y causantes  de lo que, a su vez, nos ha producido y causado. Asumamos, pues, nuestra propia responsabilidad pero estudiando a fondo la trayectoria histórica de nuestro proletariado. El asunto, debe abordarse con un alto sentido autocrítico y de plena humildad. Mientras los grupos que se denominan revolucionarios, socialistas o comunistas actualmente existentes sigan pensando, creyendo y planteando que son ya la vanguardia  o el núcleo a partir del cual se formará la vanguardia, no se hallará solución a la cuestión. Mientras sigamos  creyendo que somos tutelares de las capacidades, la formación y la concepción necesarias para ejercer un papel de eficaces coadyuvadores del movimiento revolucionario de masas, tampoco favoreceremos la pertinente respuesta al problema de lo que falsamente se ha llamado de la izquierda. Esto significa que las organizaciones que nos preciamos y tratamos de ser comunistas debemos colocarnos como el principal objeto de la reflexión y de la crítica.
V.             ¿En dónde está la punta de la madeja? Los contenidos y las formas principales de la conducción revolucionaria con sentido comunista están sostenidos básicamente en el nivel de maduración y de agudeza del complejo de contradicciones entre el capital y el trabajo en las condiciones históricas determinadas, es decir, en el tipo de revolución necesaria en el momento concreto, lo mismo que en el proyecto integral de superación de la explotación y opresión del hombre por el hombre, que es lo universal  del proyecto comunista. En este sentido, el problema de la vanguardia comunista hoy en México pasa, antes que nada,  por la recuperación de esa perspectiva de análisis, de reflexión y de praxis política; por el abandono de la metódica y la concepción positivista y liberal del mundo que ha atrapado a la llamada izquierda revolucionaria mexicana, la cual, por ejemplo,  hoy piensa y se expresa en términos de clase política, de gobernabilidad o gobernanza, de legalidad, de Estado de derecho, de los poderes fácticos, etc. Pasa por el recobro y la reivindicación de los métodos y las concepciones comunistas, de clase y del ser humano integral, asumiendo que la contribución recuperable de Marx, de Engels, de Lenin y de tantos otros no es el pensamiento único pero sí es, dijéramos,   pensamientos indispensables y básicos; reivindicando una postura epicureana (el jardín donde florezcan mil flores), pensamiento complejo que recoja las aportaciones que las luchas sociales diversas han auspiciado, como una teología liberadora, un indigenismo comunitarista revolucionario, una teoría revolucionaria de la relación de géneros, una eticidad de la emancipación humana, etc. El deseo de que la próxima revolución sea “socialista” no puede seguirse pasando por una realidad comprobada; debe fundarse y argumentarse en datos concretos del entramado de las contradicciones reales y del grado de conciencia y de organización del proletariado mexicano hoy y aquí. No puede seguirse manejando desde el rubicón romántico y positivista. El problema de las tareas revolucionarias actuales no puede seguirse viendo a partir de lo que se quiere o de lo que debe ser. La cuestión de las fuerzas motrices y la fuerza de vanguardia no puede abandonarse y menos resolverse por lo que aparece como evidencia superficial (la cuestión de la supuesta “muerte del trabajo” y del “adiós al proletariado”). El tema de la llamada hegemonía tampoco puede seguirse tratando desde la simple declaración, y menos conseguirse con ardides e insidias. Hay que estudiar más a fondo el problema del Poder, el problema del llamado socialismo, sobre los cuales no es posible seguirse de lado como si ya fueran tema despachado, sobre todo después de lo que ocurrió con los famosos socialismos realmente existentes y de los poderes proletarios o de democracia popular. El problema de las elecciones, por ejemplo, debe verse en el contexto del problema de la vía de la revolución, en el contexto del campo de lucha. En resumen, hay que recuperar y rescatar la perspectiva de lo reivindicable de la contribución histórica de Marx, de Engels, de Lenin, de los pensamientos revolucionarios nuevos, la perspectiva clasista y humanista para ejercerse como dirección revolucionaria con sentido comunista. Pero asumiendo que los problemas de la revolución en México hoy o los resuelven los revolucionarios mexicanos o no los resuelve nadie por ellos. Asumiendo que nosotros los comunistas mexicanos debemos construir las teorías de la revolución comunista en México, viendo en aquellas obras, que luego se denominan clásicas, sólo claves que nos ayudarán a enfrentar nuestros propios retos. Hay que des-dogmatizar nuestro pensamiento; hay que deslastrar nuestra manera de pensar nuestros problemas de la revolución.
VI.           ¿Hay un camino vivo de la revolución? El problema pasa también por recomponer los territorios de la política revolucionaria, hacerla menos “estatista”, menos de “toma del poder”, y poner por delante el alzamiento y relanzamiento de las masas como el actor determinante de las transformaciones revolucionarias; hay que combatir la desviación que considera que lo central es la “ocupación de cargos gubernamentales”. La política revolucionaria debe tener otra vez como asidero básico y como perspectiva principal una política de la vida. Hay que bajarle al discurso de la institucionalidad estatal, de acuerdo, pero colocando muy bien el lugar que ocupa el derrocamiento de la burguesía concreta del poder político, que nunca puede abandonarse por supuestas “comunidades autosuficientes”; colocar muy bien la cuestión del desmantelamiento del Régimen político, del desmonte de la actual dirección estatal de la sociedad mexicana y la construcción de otro Régimen  político en el que lo determinante sea el pueblo organizado en su institucionalidad revolucionaria (recordando la experiencia de los Consejos y órganos parecidos). Pero no caer en el extremo de volver a plantear el problema de la revolución como un acto que tendrá lugar como “salvación” del pueblo y al llamado “socialismo” como el “paraíso prometido”; hay que bajarle al discurso de las promesas y orientar la política revolucionaria hacia un perfil más constructor de autodeterminación social, una política de construcción cotidiana de la liberación como ejercicio de una vida liberada ya ahora. La idea clave de la política revolucionaria es que no hay futuro si no es construyéndolo ya en el presente; hay que impulsar la realización de las esperanzas aquí y ahora, y desactivar la idea de los sacrificios para, muy a la cristiana, obtener paraísos futuros. Sobre esta base, colocar la cuestión del derrocamiento de la burguesía del poder y la edificación de una nueva conducción socio-política de México. Lo fundamental, entonces, es que se destruye el poder del capital, sobre todo construyendo la autodeterminación proletaria-popular y humana y, a la inversa, se construye autodeterminación de nuestro pueblo destruyendo el poder del capital.. Es preciso promover que las resistencias puntuales se desplieguen en movimientos de nuevo tipo; impulsarse con la idea de que cualquier resistencia popular debe remitirse a la explotación y a la opresión por el capital, al Poder y a la Autodeterminación proletario-popular y humana, y que esta remisión debe servir como un verdadero cemento unificador de todos los esfuerzos y trabajos revolucionarios.   

                                 México, DF, a 27 de noviembre de 2010  

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