miércoles, 20 de diciembre de 2017

CRITERIOS PARA UBICARSE EN EL 18 (1)


Armando Martínez Verdugo


Es necesaria una correcta ubicación para juzgar y ser actor decisivo en el actual proceso político-electoral del año 2018. Sugiero aquí algunos criterios para lograrla, sin ánimo de contundencia ni de ser definitorio. Más bien, para abrir un debate.
Primer criterio. Para los que formamos el pueblo y, mejor aún, su sector políticamente activo, el fin de nuestra lucha no reside en llevar a alguien a ocupar la silla presidencial, no reside en formar gobierno. Éste es un medio, pues el fin es construir una vida plena de bienestar, auténticamente humana, que se viva en autodeterminación, sin ningún tipo de Poder; una vida en la que el pueblo sea libre, autónomo, independiente y que se realice en plena democracia. Una vida en la que las necesidades básicas y las necesidades radicales de la gente se realicen sin más limitaciones que las que emergen de los propios esfuerzos de los productores; una vida en la que el pueblo sea efectivamente el soberano, el constructor de su propia existencia. Una vida que se viva por determinación propia y no por determinación ajena. El nombre que se dé a esto para que sintetice lo esencial, no es por ahora mi interés.
Si el fin es ese, y ese debe ser, el medio debe significar que los ciudadanos que resisten con el ánimo de superar al priismo-panismo y a este sistema, día a día deben forjarse como sujetos autodeterminados, que nadie los manda ni controla, que nadie decide por ellos. El medio debe coincidir con el fin, o sea, el medio debe ser la forja del ciudadano capaz para ser el que determine todo el proceso, todo lo que hay que hacer, lo que hay que omitir, con quién buscar hacerlo. El candidato debe ejercer y actuar conforme la ciudadanía determine, la cual procede a través de sus instancias específicas (organizaciones de base de todo tipo y con las actividades específicas). 
Cuando (en el caso que nos ocupa) el medio se ofrece, se acepta y se asume como diferente al fin, en el sentido de que se le niega, se le subordina, el pueblo deja de ser el sujeto fundamental y determinante del movimiento social y político; el candidato ocupa ese lugar. El pueblo, de esa manera, se convierte en una apoyatura, en un simple tablado para que el candidato, sea como sea, ocupe la Presidencia. En este caso, no se piensa si las actividades y las omisiones favorecen el propósito de una nueva vida; no se piensa si con ellas se va forjando el pueblo soberano y determinante de su existencia. Se piensa únicamente en si ellas aseguran el “triunfo”, y se consigue ocupar el espacio que ya es sacralizado. Al candidato se entrega una especie de carta blanca; al pueblo se deja una única oración: ¡Tengo fe en el candidato!
Repito, no separar el fin de los medios, conservar siempre su unidad, digamos, dialéctica. De ninguna manera aceptar que “el fin justifica los medios”; ni tampoco que lo que importa es el movimiento, el hacer, y lo secundario el proyecto, el programa, el objetivo. Además de que fin y objetivo son siempre históricamente determinados; no son absolutos. E, importante, la relación correcta entre ellos debe conducir a la superación de ese teleologismo (se proyecta un fin como el paraíso que espera, ya ahí hecho y derecho, y se marcha hacia él como lo prescribe una especie de mandamiento sagrado. Lo “inexorable”, lo asegurado por el devenir de la historia) que fundó, y en muchos casos sigue fundando, la lucha por el socialismo que se dio con equívocos sustanciales.
Lo que se quiere nunca está separado de cómo se quiere, con qué se quiere, para qué se quiere, con quién se quiere. Y en esta retroalimentación, lo decisivo son los trabajadores, son los productores directos, son las mujeres y los varones del trabajo, de la cultura, de la ciencia, los que sufren agravios del Poder. La personalidad individual (el candidato) desempeña un papel sustancial (en próximas reflexiones me referiré específicamente a Andrés Manuel López Obrador); sus aportes son indispensables, pero siempre en función de la voluntad popular, en función de la determinación de aquéllos, que al convertir sus necesidades básicas y sus necesidades radicales en sueños, en deseos, en sentimientos dinamizados en resistencia y hasta en lucha revolucionaria construyen el verdadero programa, el real y efectivo proyecto de vida nueva. El proyecto de Estado, o el proyecto de nación que pueda formularse o es una escrituración del programa fundado por la resistencia y la lucha revolucionaria o es un simple papel de propaganda. Es totalmente equivocado creer que el programa o el proyecto de nación se realizará sólo hasta que el candidato ocupe la silla presidencial, y que comenzará a ponerse en práctica sólo y básicamente desde el Estado. El programa basado en una correcta relación entre fin y medio, se realiza cotidianamente en la calle, en la vida efectiva y simple del ciudadano que se ha rebelado con ánimo de sustituir a este Régimen, pues el proyecto o el programa es el movimiento mismo de resistencia y lucha. 
Cuando se reflexiona así, y cuando se acepta esta propuesta y se procede en consecuencia, los resultados no son el desprecio a nadie, ni la desvalorización de nada ni de nadie. Las consecuencias son que la situación concreta, el estado real de la resistencia y luego de la lucha revolucionaria, como pueblo que se defiende de los agravios del Poder (en el primer caso) y como pueblo que se hace sujeto revolucionario y se lanza con la capacidad suficiente para derrotar al enemigo (cuando se pasa a la lucha revolucionaria), es la que define, básicamente, la posibilidad de que ese viraje tenga lugar, es decir, que se forjen las condiciones para la victoria popular. No es el muñequeo (como dicen los camaradas chilenos), no son las maniobras inteligentes y audaces del candidato las decisivas. Y esto da no sólo un criterio para juzgar la relación concreta entre el candidato y los “que le siguen” o, mejor, los ciudadanos en el caso de lo político-electoral (pues en la relación capital-trabajo dentro de la economía, el pueblo actúa como trabajador, como obrero, campesino, artesano, mujer sojuzgada, o el joven relegado, etc.). Da también pautas para que el ciudadano acote el accionar del candidato desde ya, no como se dice: ¡A toro pasado! El candidato no puede estar haciendo y deshaciendo conforme a su muy personal parecer; debe ser un ejecutor de la voluntad de las bases, voluntad que se construye y se formaliza con la participación del mismo candidato. Se evita lo que ha ocurrido en la mayoría de los procesos de transformación que supuestamente se levantaron con la victoria, es decir, que luego el pueblo se encuentre con que lo logrado no es por lo que había luchado, no es por lo que había dado sangre y corazón. Las tortillas, no se olvide, salen según se amase la masa. Si se quiere un México con un pueblo protagonista de su historia, libre, propositivo, con su iniciativa desplegada y viviendo en bienestar, no pueden darse acciones autoritarias y despóticas, verticalistas, que desconozcan y destruyan las acciones y las obras de la mal llamada base. 
Ganar por ganar es, muchas veces, perder. La victoria es una permanente y cotidiana construcción; día a día, golpe a golpe. El fin no es un lugar que nos espera. El futuro es presente construyéndose. La vida digna, la vida auténticamente humana vivida en autodeterminación es, hoy, la subversión de las relaciones capitalistas de producción de la vida (priistas-panistas, en México), aquí y ahora; es la negación de esas relaciones, de esos modos propios a la explotación y a la opresión, y su remplazo ya, en el día a día, por relaciones totalmente contrarias. Es, según la teoría y la práctica de la no-violencia, el éxodo con respecto al Poder; hacerle el vacío empezando a vivir de manera totalmente antagónica a la vida bajo dominio, control y mando. Es la acumulación de condiciones para derrotar a la burguesía hegemónica, forjando la posibilidad de enfrentarla y de superar el Poder, la enajenación. Y esto es inteligencia y obra de los millones que emitirán su voto el uno de julio. El desarrollo de la economía, la creación de las condiciones materiales para el bienestar universal de la gente será así un desarrollo al servicio de la gente y no al servicio de las nomenclaturas y los caudillajes que se forman.
En este momento histórico, en el proceso político-electoral del 18, la unión del fin y los medios tiene que traducirse en un protagonismo mayor de la ciudadanía que resiste al priismo-panismo con ánimo de superarle, debe expresarse en el despliegue mayor de la iniciativa de lo que luego se llama las bases, debe realizarse con el desarrollo de la inventiva por parte de esta ciudadanía. La fe ayuda, cuando se junta con la conciencia de lo que hay que hacer y la determinación de hacerlo. Por ejemplo, la ciudadanía que resiste al priismo-panismo con decisión de mandarlo al basurero de la historia debe ubicar lo que falta para garantizar la victoria, y debe poner manos a la obra; si falta articulación con otras resistencias, por ejemplo, debe ponerse a trabajar para forjarla, no esperando el mandato de “arriba”. 
A otros criterios, me referiré en seguida. (17/12/2017).