lunes, 27 de octubre de 2014

AYOTZINAPA, EL DESGASTE HISTORICO DEL REGIMEN. ¿QUÉ HACER?



AYOTZINAPA, EL DESGASTE HISTORICO DEL REGIMEN. ¿QUÉ HACER?

¡Sí, demandamos que se fuera el priista-perredista Ángel Aguirre pero exigimos también que se vaya el jefe del gobierno federal y que se vayan todos los que sostienen y viven del sistema de explotación y de opresión! 

El gobernador priista-perredista no ha renunciado a su cargo; el pueblo lo ha echado como un delincuente que merece un ejemplar escarmiento. Y no ha sido el PRD el que resolvió su dimisión pues este partido, siguiendo la táctica adoptada por el Poder priista, sólo ha jugado su papel en la farsa priista-panista-perredista que está poniendo en acto el Poder de los multibillonarios, maniobrando para facilitar la mediatización de la resistencia popular, artimaña que se escenifica desde las alturas del Régimen. Igual ocurre y ocurrirá con la detención de los otros “acusados” por el Estado de ser los “autores intelectuales” del terrorismo contra los compañeros normalistas.

La defenestración, enjuiciamiento y castigo a estos delincuentes menores llevados a cabo por el mismo Régimen no es la solución que el pueblo exige; serán, más bien, una tapadera priista-panista-perredista para evitar la solución verdadera y radical que el pueblo exige y que los asesinados y desaparecidos merecen. El sacrificio de estos chivos expiatorios, que procedieron desde sus puestos menores de igual forma a como proceden los mandantes mayores, no sólo no salda la deuda contraída por el grupo  hegemónico con todos sus actos de represión económica, política y de todo tipo contra el pueblo, sino que opera y operará como la forma de amansar la ira popular. La vieja táctica priista de mediatizar las irrupciones populares, presentándose como que no son ellos los culpables verdaderos y haciendo como que “atienden” las demandas y las “resuelven” está en su inicial despliegue. Peña Nieto juega su papel, los partidos el suyo, los periodistas e intelectuales del Poder, los altos jerarcas pederastas de la Iglesia católica y los representantes del gran empresariado están lanzados para que la farsa amaestradora y domesticadora vuelva a surtir efecto.
¡Que se vayan todos!, y ¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos! es y debe seguir siendo el grito de batalla y el principal reclamo de miles de ciudadanas y ciudadanos que con sus acciones lancen un rechazo total a la cara de la casta de multibillonarios que se han abrogado la conducción de la sociedad mexicana, y no se detengan esta vez hasta no ver en el basurero de la historia a estos gobernantes.

Una exigencia que esté por debajo del reclamo de que se vayan todos y de que nos regresen vivos a los compañeros normalistas desaparecidos de manera forzada, no estaría a la altura del ultraje que, una vez más, ha propinado la burguesía hegemónica al pueblo mexicano. Sería fallar a la memoria de todos los muertos y desaparecidos por este régimen; sería volver a confiar en los asesinos, sería dudar de que como pueblo somos capaces de superar esta vida de humillaciones y desgracias. Sería retrasar, una vez más, la hora de nuestra liberación.

Sólo esta consigna, que sugiere una tarea central y unas formas de lucha centrales, está hoy a la altura del agravio que la burguesía hegemónica ha vuelto a imponer a nuestro pueblo. A un crimen de lesa humanidad, a un acto de terrorismo de sistema, que busca aniquilar a la juventud de vanguardia como sector político específico del pueblo mexicano, que se propone, fría y calculadamente, refundir en el miedo y la mansedumbre a una juventud indómita y a un pueblo que expresa deseos de ya no seguir viviendo como hasta ahora, no se le puede contestar con una determinación menor. 

No se puede ni se debe pedir justicia al autor del genocidio y del terror de sistema. La justicia está en las manos del pueblo, y ésta es política, es decir, la renuncia de Enrique Peña Nieto y todo su gabinete.
Lo único que puede saldar la cuenta que la casta de multibillonarios y los gobiernos priista-panista-perredistas históricamente han contraído con la patria mexicana es su deposición de la conducción de los destinos del pueblo de México.

Lo único que regresará con vida a nuestros muchachos, aun cuando ya hubieran sido victimados por la máquina asesina de Peña Nieto (que tal fue, a no dudarlo, el empeño estatal, para imponer una intimidación general) es su conversión en estandarte de una pelea a fondo y sin cuartel por arrojar al basurero de la historia a aquella casta ávida de Poder e insaciable de riqueza, y a estas autoridades estatales dóciles ante los ricos de fuera e insolentes y brutales ante los pobres. Lo único que puede regresar el rostro al chilango es que su cara brille y su sonrisa ilumine desde unas banderas de combate que pidan ¡que se vayan todos!
La justicia, que para nosotros no es la justicia burguesa (que desde Ulpiano se define como “dar a cada quien lo que merece”) sino la justicia popular (que, desde Jesucristo el rebelde que arrojó a patadas a los mercaderes, es reconocer y servir para que cada quien tenga lo que él o ella decidan necesitar) no está en las manos ensangrentadas de los eternamente represores; no está en los que golpearon en Acteal, en Aguas Blancas, en Atenco, en manos de los que han asesinado a ecologistas, a defensores de los derechos humanos, a periodistas que dicen la verdad, que golpean y asesinan a homosexuales, que propician el feminicidio, la pederastia, las narco-limosnas, la salida de mexicanos al extranjero a conseguir un trabajo que aquí se les niega, que abren las puertas de las fronteras a los ricos del mundo para que esquilmen a los trabajadores y se roben las riquezas mexicanas, en manos de los que asedian permanentemente a los municipios zapatistas, a los que mantienen en prisión a luchadores del pueblo, de los que han impuesto un salario de miseria. No se puede ser fiel a la memoria de los caídos guardando un mínimo de confianza en los que viven de la dictadura perfecta. 

El reloj de la historia vuelve a llamar a rebato. Lo hace una vez más, y hoy estamos obligados a oír ese llamado al levantamiento popular civil pacífico (LPCP) que debe irse construyendo desde las pequeñas acciones de insumisión hasta medianas y grandes irrupciones populares pacíficas por todo el territorio patrio. El llamamiento ya se había oído con aquel grito de combate que lanzaron los estudiantes del movimiento de 1968: “Los estudiantes estamos hartos, estamos cansados de este clima de opresión” (Manifiesto del 4 de agosto de 1968). El llamado vuelve a escucharse hoy con cada mitin, con cada marcha o manifestación, con cada lágrima que una madre derrama ante la desaparición o el asesinato de su hijo, con cada protesta que incluye el rechazo a la sistemática violación a los derechos humanos y ante la recurrente vulneración de los históricos preceptos constitucionales que desde 1917 plasmaron –a contrapelo de lo que querían los primeros priistas-panistas-perredistas: los Carranza y Plutarco Elías Calles--  los anhelos de los pueblos floresmagonistas, villistas y zapatistas, que hoy nos dan nuestro ideario rebelde y combativo.

Una voluntad histórica de cambio sigue campeando por todo el territorio patrio; escondida a veces en el sufrido enojo de los obreros, abierta y manifiesta, otras veces, en los que se levantan en defensa del territorio que se les arrebata con los proyectos de muerte que impulsa el Imperio con la entreguista participación del Estado mexicano. Es la voluntad que millones de votantes expresaron en las últimas elecciones presidenciales. Es la voluntad de los politécnicos que, como en 1968, vuelven a levantar su voz en acciones que rechazan a uno más de los proyectos represores peñanietistas.  

Esta expresa voluntad de cambio es la más genuina constatación de que el régimen de realización concreta del Poder del capital en México está en una aguda situación de crisis. Es una prueba del desgaste histórico de este Régimen. El incipiente pero importante despliegue de la energía popular que sigue vivo, que poco a poco se expande por algunos estados de la República, que ha conmovido incluso a instituciones y a personalidades no proclives a la movilización es el despliegue de una percepción auténtica y profunda, de un sentimiento que puede actuar como un aglutinante y un cohesionador, que no debe dejarse pasar, que debe concebirse claramente, consolidarse, fortalecerse  y desarrollarse. Se trata de un débil pero real estado de ánimo popular de que la sociedad burguesa comandada por el grupo de multibillonarios, conducida por el priismo-panismo-perredismo estratégico ha agotado su mandato mítico histórico. ¿Quién en su sano juicio cree hoy en la justicia mexicana? ¿Quién cree que los funcionarios son honestos? ¿Quién cree en las buenas intenciones de los partidos del Régimen? Esta sensación y esta convicción de que se vive en la ilegitimidad, en el despotismo, en la arbitrariedad, que la justicia “mexicana” es una mentira, constituye el espíritu que impregna  a buena parte de la nueva generación de jóvenes que, ante el crimen del Estado de Peña Nieto, profundizan su radicalidad y dan embrionarias pruebas de que no quieren parar su rebeldía hasta no ver depuesto al grupo gobernante.

¿Qué hacer, entonces, ante esta renovada confrontación entre el pueblo harto de la barbarie priista-panista-perredista y la casta de multibillonarios y su Estado-disctadura perfecta?
El Colectivo de Reflexión en la Acción Rumbo Proletario asume su responsabilidad ante esta nueva irrupción de resistencia y lucha. Ahí donde haya un militante de RP éste contribuirá con sus ideas y sus acciones en el qué hacer, poniendo por delante su activa participación, pues somos pueblo.

Primero, insistiendo en que de ninguna manera se confíe en Peña Nieto, su gobierno y sus intelectuales, comunicadores y periodistas. Haciendo claridad de que la añeja experiencia manipuladora priista una vez más se pondrá en acción maniobrando y reprimiendo, aparentando concesiones, moviendo a los eternos colaboradores del Régimen para desarticular al movimiento y conseguir apagar esta llama de rebeldía que quiere crecer. La solución está en manos del pueblo, en su invariable decisión de, esta vez, ir creciendo y no parar hasta ver depuesto al mal gobierno. Ayudar a definir claramente el proceso en ruta hacia la demanda de que se vayan todos.

Segundo, no perder la confianza en sí mismos como patriotas que resisten y luchan por causas justas; no oír las acusaciones que desde la gran prensa y por todos los medios se nos lanzarán de que somos violentos, destructores, vándalos y los epítetos que siempre ha usado el régimen para conmover a las almas débiles y “piadosas” y, sobre todo, para justificar sus represalias.   

Tercero, sostener y acrecentar la movilización y mantenerla en los marcos de la no-violencia, planificando muy bien las acciones a realizar. No es con sangre, no es con bombas, no es con armas de fuego y menos con terrorismo como el pueblo busca y logrará satisfacción a sus demandas históricas. Las bombas y el terror vienen del Régimen, los violentos son los gobernantes priistas-panistas-perredistas. Es con el despliegue de su ímpetu energético no-violento, con el ejercicio de su fuerza de masas, de su firme determinación de no ceder ni bajar la combatividad, es con la articulación de los millones de patriotas que hemos dicho basta, como habremos de triunfar. Buscar lo más pronto posible, la mayor centralización de las resistencias: operar en forma de brigadas para llegar a las más amplias capas del pueblo, concentrar los esfuerzos en acciones grandes que se realicen con la mayor simultaneidad posible (tomas de los zócalos, cierres de carreteras principales, manifestaciones y marchas simultáneas, etc.).

Cuarto, formular claramente la única demanda que será la traducción de los reclamos puntuales que salen de Ayotzinapa: ¡Renuncia de Peña Nieto y de todo su gabinete!

Quinto, ayudar lo más posible a los normalistas rurales en general y a los compañeros de Ayotzinapa en particular para que cuenten con condiciones (víveres, algo de dinero para que viajen) de movilizarse, como ha sido su decisión, al frente de este movimiento.