jueves, 16 de octubre de 2014

AYOTZINAPA, CRIMEN DE SISTEMA Y REVOLUCION



AYOTZINAPA, CRIMEN DE SISTEMA Y REVOLUCION

El asesinato de los entrañables estudiantes normalistas de Ayotzinapa  y de la veintena de jóvenes en Tlatlaya es un eslabón más de la histórica cadena de sacrificios al Poder que de manera recurrente lleva a cabo la burguesía mexicana. No estamos ante un hecho aislado ni ante asesinos diferentes. Las víctimas y los victimarios son los mismos desde que se conformó el Poder priista; con nombres distintos y con apariencias diferentes, con rostros y sonrisas cambiadas pero históricamente y en el fondo son los mismos. Del asesinato de los floresmagonistas, de Francisco Villa y sus compañeros, del general Emiliano Zapata y sus combatientes son miles los jóvenes revolucionarios, opositores al régimen o activistas políticos que han caído bajo las mismas balas criminales. Los asesinos se han llamado Porfirio Díaz, Francisco I. Madero, Victoriano Huerta, Venustiano Carranza, Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles, Díaz Ordaz, Luis Echeverría, Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y hoy Enrique Peña Nieto. Naturalmente, con todos sus funcionarios de altura.

 Los motivos o los pretextos han variado, la mano que físicamente jaló el gatillo o blandió el garrote ha cambiado pero, en el fondo, se ha tratado, como hoy, de que la misma máquina represora del Poder de los multimillonarios y de su personal político y cultural (hoy de índole priista-panista-perredista), como un monstruo lebiatánico ha vuelto a actuar. Otra vez se ha erguido en un mátalos en caliente que vuelve cuando la barcaza capitalista hace olas o cuando de prevenir conflictos mayores se trata, operando para eliminar a opositores, a revolucionarios ya formados o a jóvenes que han comenzado a andar la senda de la lucha revolucionaria, o que simplemente han cometido el que para los priistas es el pecado original de ser joven.

Se trata de un crimen de Estado, no hay duda. Pero decir esto es quedarse con una parte de la verdad, y la menos sustancial.

 Este sacrificio al Poder de los jóvenes normalistas, que habían abrazado la convicción de luchar por cambiar la vida que hoy se le impone al pueblo mexicano, que a su manera resistían agravios, humillaciones y una opresión específica capitalista es, sobre todo y en lo fundamental, un crimen de sistema. Es el sistema capitalista, es el Poder del capital que se realiza a la mexicana, una manera hoy priista-panista-perredista, el que segó la vida de los jóvenes de Ayotzinapa. Es el sistema priista-panista-perredista que vive asesinando la soberanía nacional, es el sistema que se oxigena matando el legado histórico construido por el pueblo mexicano, que se sostiene hipotecando los recursos del suelo, del subsuelo, del aire, de todo el país a los capitales transnacionales, es el sistema que se reproduce aprobando leyes que “legalizan” el entreguismo, la subordinación, el vasallaje al capital extranjero, que hoy ataca al Politécnico como ayer y siempre ha atacado a la educación que le parece “fuera del orden”. Es el sistema que mantiene los mayores índices de pobreza, de desempleo, de represión; es el sistema que procrea ninis y prostituye la conciencia popular. Es el sistema de los Carlos Slim (que gana 2 millones 700 mil dólares por minuto), de los Jerónimo Arango, de los Alberto Bailleres, de los Ricardo Salinas Pliego, de los Lorenzo Zambrano, de los Roberto Hernández, de los Ma. Asunción Aramburuzabala, de los Alfredo Harp Helú, de los Isaac Saba Raffoul, de los Emilio Azcárraga Jean, de los Salinas de Gortari, de los Manlio Fabio Beltrones, de los Emilio Gamboa Patrón, de los Hank Rhon, de los Peralta, de los Moreira, de las Beatriz Paredes y Ma. De los Ángeles Moreno, de las Josefina Vázquez Mota, de las Ma. Elena Barrera, de las Ivonne A. Ortega Pacheco, de las Elba Esther Gordillo, de los Eduardo Medina Mora, de los Luis Videgaray, de los Vicente Fox, de los Ernesto Zedillo, de los Felipe Calderón, de los Diego Fernández de Cevallos, de los Madrazo y Emilio Chuayffet, de los Alfredo Castillo, de los Miguel A. Osorio Chong, de los Jesús Murillo Karam, de los Salvador Cienfuegos, de los Monte A. Rubido, de los David Penchyna, de los Alejandro Luna Ramos, de los Alfonso Navarrete Prida, de los Guillermo Ortiz Martínez, de los Pedro Joaquín Coldwell, de los Madero y Bravo Mena, de los chuchos, de los bejarano (y sus fieles escuderos), de las Rosario Robles, de los herederos de Talamantes, de los gober precioso, de los que aprueban leyes bala, de los milenios, de los atlacomulcos (los Hank, Montiel, Del Mazo, González, Barrera) y los Golden boys, de los Opus Dei (con su Rotario de Dios, la Iglesia dentro de la Iglesia, la Nueva Herejía, la Mafia Santa), de los Caballeros de Colón, de los Legionarios de Cristo, de los obispos Chedraui Tanous, de los monseñores Juan Odilón Martínez García y Onésimo Cepeda Silva, de los Carlos Aguiar Retes y Carlos Garfias Merlos, de los curas pederastas y de las narcolimosnas; es el sistema de los propietarios de la escuela privada de la Hacienda de Toxi, del Instituto Panamericano de Dirección de Empresas, de la Universidad Panamericana. Es el sistema de los televisos y los aztecas, de los Romero Deschams y los líderes charros.

El asesinato de los jóvenes de Ayotzinapa corre paralelo con el asesinato de los muchachos de Tlatlaya y de los permanentes ajusticiamientos perpetrados por fuerzas militares o para-militares, con los disparos del Ejército a ciudadanos y con las sistemáticas violaciones a los derechos humanos, actos todos del mismo carácter, es decir, actos de terrorismo del sistema.
 El Estado mexicano, los grandes magnates neoliberales-transnacionales que detentan el Poder en México no sólo han sostenido una política de criminalización de las resistencias y las luchas populares, sino, a través de esta criminalización, de manera sistemática implementan un verdadero terrorismo sistémico. Orquestaron y sostienen la tristemente célebre “guerra contra el narco” para fortalecer los aspectos militares de las políticas estatales y abrir plenamente las puertas a la contrainsurgencia gringa y a los aparatos de inteligencia del Imperio. Han sostenido una creciente línea de legalización de la mayor beligerancia militar y policiaca, han convertido a las fuerzas armadas mexicanas en policía, por medios muy diversos vienen intimidando al pueblo, colocándolo en una plena indefensión. Su política es pues terror de sistema.
Recordemos (como lo asienta la Convención de la Organización de la Conferencia Islámica sobre la lucha contra el terrorismo internacional) que terrorismo es “cualquier acto de violencia o amenaza, prescindiendo de sus motivaciones o intenciones, perpetrado con el objetivo de llevar a cabo un plan criminal individual o colectivo con el fin de aterrorizar a la gente o amenazarla con causarle daño o poner en peligro su vida, honor, libertad, seguridad, derechos”. La inhumana privación de la vida de estas decenas de jóvenes de junio a septiembre, es un pequeño eslabón de la larga cadena de actos estatales y para-estatales con los que se implementa el plan de liquidar a los opositores al régimen hegemónico y desaparecer espacios e instituciones incómodas o despreciadas por el gran empresariado. Las normas rurales y los normalistas, y en general la juventud mexicana, son uno más de los blancos de esta línea de aniquilación de “insumisos”.
Ante estos asesinatos del sistema, verdaderos crímenes de lesa humanidad, formas diversas de indignación y de protesta se han levantado tanto en México como en el mundo. Hay coincidencia en pedir a Peña Nieto que haga justicia; se demanda castigo para el gobernador de Guerrero y otros funcionarios; se ha ofrecido, incluso, enfrentar vengativamente al grupo del “crimen organizado” que se presenta como el que directamente orquestó los atentados contra los normalistas.  El Colectivo de Reflexión en la Acción Rumbo Proletario une su indignación y su coraje ante estos asesinatos y deja constancia de su solidaridad con los hermanos normalistas y con los jóvenes convertidos en blanco preferido de la represión priista-panista-perredista.
Frente a estos crímenes de sistema y de lesa humanidad, los militantes de Rumbo Proletario consideramos que no se puede esperar ni pedir justicia de los asesinos mayores (los Peña Nieto) para que castiguen a los asesinos de abajo; que no es la renuncia de ningún funcionario lo que puede compensar semejantes crímenes. Que no es el enfrentamiento militar “revolucionario” contra alguna de las fuerzas encartadas en el asesinato de los estudiantes lo que va a resarcir lo cometido. En esta hora crucial llamamos al pueblo mexicano a tener presente ese juicio certero, forjado en la experiencia de lucha contra un régimen también represivo, que ante los asesinatos y las represiones contra el pueblo, ante los pedidos de desaforar a funcionarios e incluso hacer uso del ojo por ojo, estableció: “La cuenta que nos debe pagar el sistema capitalista es demasiado elevada como para presentársela a un funcionario llamado ministro”, y “el terror individual y de grupo es inadmisible porque empequeñece el papel de las masas en su propia conciencia, las hace aceptar su impotencia y vuelve sus ojos y esperanzas hacia el gran vengador y libertador que algún día vendrá a cumplir su misión” (Trotski).
El asesinato de los jóvenes normalistas, los de Tlatlaya y de tantos opositores al régimen, cometido por la mayoría de los gobiernos priistas, debe reafirmar la convicción de que sólo un levantamiento popular civil no violento, implementado y sostenido por fuertes y combativas organizaciones revolucionarias de masas debidamente articulas y coordinadas, que tenga como propósito la deposición y el derrocamiento de esa verdadera casta de multibillonarios y de políticos de Estado, puede estar a la altura de la deuda criminal que con este pueblo ha contraído la burguesía mexicana. La lucha por regresar vivos a los jóvenes secuestrados por el régimen priista-panista-perredista y por dignificar la memoria de los masacrados debe asumir aquel propósito como estrella guía; arreciar el camino que lo haga realidad. Debe desplegarse en acciones que pongan como eje la incorporación de más y más sectores populares, la estructuración de una organización nacional que coordine y articule las acciones de enfrentamiento al régimen. Hay que movilizarse a todo el país, levantar al estudiantado a la protesta unificada y al despliegue solidario de su enorme potencia como sector masivo y con altas posibilidades de concientización, ir a los centros productivos a agitar la incorporación de los trabajadores, ir desplegando movilizaciones cada vez más masivas por todo el país, levantamientos y revueltas pequeñas y de signo diferente.

Ayotzinapa es otro más de los crímenes de este sistema explotador de los Porfirio Díaz y Peña Nieto, un crimen que sólo puede saldarse organizando paciente y sólidamente el derrocamiento no violento de la dictadura perfecta priista-panista-perredista, del gran empresariado servil y entregado al capital transnacional.

¡Sí, que se vaya el priista-perredista Ángel Aguirre pero que también se vaya Peña Nieto y que se vayan todos los que sostienen y viven del sistema de explotación y de opresión!